El viernes pasado pase la tarde-noche en el apartamento de Riju, mi ex-compañera del máster nepalí. Riju decidió preparar una cena porque Venkat, el hermano de Pavitra (otra ex-compañera) ha venido a visitar Jonesboro este mes. Riju solicitó mis servicios como ayudante de cocina y yo, claro está, acepté.
Pasamos un par de horas muy divertidas cocinando, haciendo de todo un poco: Dal (una especie de puré de le

Los invitados llegaron antes de que terminásemos así que estuvimos charlando un rato a medio camino entre la concina y la salita de estar. Aparte de Venkat y Pavitra, Ricky, Nusrath y Rithika también se apuntaron a la cena –todos ellos indios. Me lo pase en grande porque cuando quedamos tengo la oportunidad de aprender muchísimo sobre su cultura. Además ellos siempre están dispuestos a compartirla así como ávidos por conocer más acerca de la cultura española. Durante la velada me enseñaron nuevos detalles sobre la India: Venkat me estuvo hablando de una tradición que tienen en la que utilizan toros y que por la descripción que hacía se debe parecer a los forcados portugueses. Sacó el tema porque había oído hablar de los toros en España, lo cual les sorprende mucho por aquellas tierras.
Ricky me habló del Sijismo, dado que el es punyabí y su familia Sij. Al parecer los Sij son famosos por su particular identidad así como por su coraje y valentía. Ricky me contó que los Sij tienen cinco artículos o elementos de fe: su pelo y su barba, que se dejan crecer toda su vida, una daga, un peine, un brazalete como de plata y su característica ropa interior. Consiguen estos objetos por medio de un ritual y una vez los tienen los deberán mantener de por vida, como si fueran una prolongación de su cuerpo. Entre todos también me hablaron de uno de sus dioses, Krishna, del que resaltaron el hecho de que tuvo 1600 esposas, aunque según Venkat muchas de ellas eran avatares de sí mismas; igual esto es una metáfora india de aquello del hombre y el parchís: “me como una y cuento veinte”. La tradición dice que Krishna era un tipo muy deseado entre las féminas y que por no decepcionarlas se casaba con toda la que lo deseaba. Una decisión muy diplomática, ¿verdad?
La noche acabó con todos bailoteando, primero salsa y después grandes éxitos indios. No perdí la oportunidad de aprender algunos pasos del estilo punyabí con Ricky y Venkat me demostró algo de lo que ya me había percatado: los indios adoran la música y bailar sin parar.
Cuando me percate de que quizá ya era tarde miré el reloj y la 1:30 de la madrugada asomaba implacable. Con tan maña compañía el tiempo se había escapado volando y me fui con la sensación de que esta gente es demasiado agradable, cálida y valiosa, y de que nunca podré entender totalmente todo lo que rodea la cultura india. ¡Maldita vida mortal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario