28 mar 2010

Khalaf, mi compañero de viaje

Parece ser que Oklahoma es un estado de fuerte arraigo nativo americano, aunque yo no vi ni un solo nativo de los de verdad.


Hace dos jueves al terminar mis clases partí con destino a Oklahoma para asistir a la una conferencia sobre periodismo y comunicación, la AEJMC mid winter conference, que tuvo lugar los siguientes cuatro días en la Universidad de Oklahoma. En este viaje tuve la mejor compañía que cabría esperar: Khalaf Tahat, compañero del master e intrépido periodista jordano. Khalaf llegó a ASU el semestre pasado gracias a una beca de su gobierno y a día de hoy vive con su esposa y sus tres hijos en Jonesboro. Khalaf y yo dejamos Jonesboro a las 4:40 pm y a lo largo de las ocho horas que duró el viaje tuve la oportunidad de aprender sobre mi singular acompañante, su cultura y la forma en que ve la vida la gente de oriente medio. Con el sol ocultándose en el plano y nítido horizonte arkansawyer Khalaf tuvo tiempo de contarme, a grandes rasgos, toda su vida: Cómo acabó estudiando en ASU, los difíciles comienzos y sobre todo cómo era su vida antes de venir a EEUU.



Durante más de diez años, Khalaf ejerció como redactor y corresponsal para uno de los periódicos jordanos de tirada nacional, Al Ra'I (la opinión). En este tiempo conoció influyentes políticos, desarrollo su olfato periodístico y cubrió acontecimientos por todo oriente medio, incluida la Guerra del Líbano en 2006. Cuenta Khalaf que trabajar en dicha guerra fue una experiencia muy peligrosa pero también muy enriquecedora y que jamás olvidará el recuerdo de dejar el Líbano en helicópteros de combate del ejército jordano. Además me contó sobre las largas distancias que condujo a través del Desierto Árabe y de los países del Golfo Pérsico, y me aseguró que pese a las condiciones climatológicas las carreteras de allí están en buen estado –en especial en Arabia Saudí-, por lo que puedes llegar a cualquier sitio sin grandes problemas.
También me habló del periodo que vivió en Qatar, donde estudio la carrera de periodismo luego de conseguir otra beca de su gobierno. Según él los qataríes no escatiman en gastos y siempre quieren lo mejor, confirmando el manido tópico de los petro-dólares que todo lo compran.

Khalaf tuvo tiempo de hablarme de su familia, de sus ocho hermanos, todos enrolados en el ejército, y sus dos hermanas, y de la pequeña casa que poseen sus padres a las afueras de Aman. Fue en este momento, cuando hablamos de la familia, cuando sobrevino el momento más jocoso del viaje: al preguntarle acerca de su mujer, de cómo se conocieron y demás, el singular jordano me respondió, sereno y sin titubeos, que su esposa era su prima-hermana. Al oírlo se me secó la garganta y las palabras se me esfumaron. Para más inri, actos seguido me dijo, extrañado y con su profundo acento arábigo, que no entendía porque en los países occidentales no nos casábamos entre primos: “Si fueseis hermano y hermana sería malo, pero primos, ¿Por qué no?” Varias razones se me vinieron a la mente, pero ninguna de ellas me pareció lo sufrientemente buena para convencerle. Me figuré que, al fin y al cabo, conceptos como incesto o endogamia no iban a ser aptos para la situación. Según Khalaf, en los países árabes los únicos que no se pueden casar entre ellos son los hermanos y los hermanos de leche; el resto están “en el mercado”, lo cual no deja de resultarme bastante sorprendente.

La conversación con mi peculiar compañero arábigo estaba siendo interminable pero muy interesante y yo me limitaba a escuchar la mayor parte del tiempo y a intentar asimilar todo lo rápido que podía. Antes de que tuviera tiempo para aburrirme o sentirme cansado (incluso aunque hubo una pequeña siestecita casi al final) llegamos a Norman, Oklahoma. Dimos una vuelta a la zona de los hoteles y al final nos decantamos por un Days Inn, donde una mujer de proporciones desproporcionadas nos dio la habitación 234. Habíamos llegado a Norman y al día siguiente la Universidad de Oklahoma nos esperaba.

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