29 mar 2010

Memorias de Nueva York: los asiáticos que leían periódicos en el metro


Asiatico enfrascado en su periodico en la linea 1 (Colección Personal)

El pasado verano tuve la oportunidad de vivir en Nueva York, donde durante casi cuatro meses me batí el cobre trabajando en prácticas para MTV, TNYG y Sugar Communications. La verdad es que fue una experiencia inolvidable que me permitió aprender mucho sobre varios ámbitos del mundo de la comunicación. Sobre Nueva York puedo hablar de muchas cosas: los museos, la gente, Harlem, el Barrio, Central Park, Chinatown, Wall Street, Litte Italy, etc. También podría contar historias sobre como lo pasé allí: el sitio en el que vivía, la gente que conocí en MTV Tr3s, mis respectivos superiores en los sitios en que trabajé, y demás. Sin embargo hoy quiero hablar de una de las cosas que más me impresionó durante mi estancia en La Gran Manzana. Puede que pienses que voy a referirme a los rascacielos, Times Square o el puente de Brooklyn pero ninguno de ellos me llamó la atención tanto como esto: los asiáticos que leían periódicos –sus periódicos- en el metro .

Quizá los que hayan estado en Nueva York saben de lo que hablo. Mientras viví allí trabajé seis días a la semana, en tres sitios diferentes y cada uno ubicado en una zona distinta, así que, como puede imaginarse, tuve que coger el metro bastante. Normalmente, entre trayecto y trayecto, solía observar a la gente que iba y venía a mi alrededor y tras unas semanas allí me percaté de este particular grupo de individuos; daba igual la línea o la zona de la ciudad que fuera ya que todas ellas, en un momento dado, me encontraba a un asiático leyendo el periódico.

También me encontraba con no asiáticos leyendo los diarios, pero no con la frecuencia con que veía a chinos, japoneses, coreanos, etc. Elucubrando sobre posibles explicaciones para tan singular fenómeno pensé que quizá sus periódicos contienen noticias más interesantes o
más jugosas –jamás pude comprobarlo dado mi limitado dominio de las lenguas asiáticas–, o quizá que leer sus periódicos les ayuda a no extrañar tanto su país.

Mantuve la duda durante un tiempo hasta que un buen día decidir matarla y me puse a investigar en internet acerca de posibles explicaciones para este asunto. Y obviamente, la red, que nunca da la espalda, me ofreció una posible respuesta: de acuerdo con la Asociación Mundial de Periódicos (que seguro que se montó en EEUU) los asiáticos son, con diferencia, los que más periódicos leen. De hecho casi 75 de los 100 periódicos más leídos son de Asia. Por lo tanto, quizá lo que sucede es simplemente una cuestión cultural: en el lejano oriente, hay más gente acostumbrada a leer el periódico y cuando emigran a otros países se llevan sus costumbres consigo. No obstante, los datos tienen una sencilla lectura que además desmonta la mencionada explicación: si los asiáticos son en torno al 80% de la población mundial, ¿no deberían por ende leer un porcentaje similar de periódicos?


En cualquier caso, el fenómeno existe, no quepa duda. Por tanto, si algún día vais –o volvéis- a Nueva York no olvidéis echar un vistazo a la gente que tengáis alrededor en el metro, porque encontrareis, casi seguro, a un asiático leyendo un periódico.

Tejas, el País Vasco a la americana

Infografia: Colección personal

El pasado mes de noviembre asistí a una conferencia en Texas State University, una universidad situada en San Marcos, Tejas. Durante este viaje tuve la oportunidad de conocer no sólo San Marcos sino también Austin, una ciudad que recomiendo pues me sorprendió muy gratamente –también conocí el gigantesco aeropuerto de Dallas, pero eso no cuenta mucho-. Era mi primera vez en Tejas y la verdad es que me gusto mucho. El clima, pese a ser noviembre, era perfecto, incluso algo cálido. El paisaje de la zona, muy mediterráneo, me recordó al de España, por lo que cuando iba del aeropuerto al hotel sentí por un momento que volvía a casa, aunque en realidad estuviera a más de 10.000 kilómetros.

El estado de Tejas es internacionalmente conocido y frecuentemente asociado al estereotipo del cowboy -vaquero- y a las películas del oeste. Los lugareños, lejos de mostrarse disconformes con este trillado estereotipo lo abrazan como seña de identidad y están más que orgullosos de ello. He podido saber gracias a gente de otros estados que la gente de Tejas se distingue claramente del resto de los estadounidenses. Según el cliché, los tejanos son gente llana y muy amable pero también duros y directos, de hecho uno de los eslóganes asociados al estado es Don’t mess with Texas -que vendría a significar “no te pases ni un pelo con Tejas”-. Este eslogan se puede ver en camisetas, gorras, pegatinas y demás merchandising. El eslogan tiene su gracia pero hay otro aun más famoso: Everything is bigger in Texas o “todo es más grande en Tejas”. Esto se asocia a todo tipo de cosas, pero especialmente a la comida. De hecho en el Food Channel a veces hacen programas especiales sobre lugares singulares en los que comer ya he visto varios en Tejas: hamburguesas gigantes, chuletones mastodónticos, etc... Por estos detalles y alguno más que enumero a continuación, mientras estaba en Tejas me di cuenta de algo curioso que a mi juicio ha de constatarse: Tejas es para los estadounidenses lo que el País Vasco es para los españoles.

En España, los vascuences son conocidos por su fuerza y lo exagerado de su persona; no en vano un delicioso género de chistes les rinde tributo, los chistes de vascos, en los que siempre hay un vasco llamado Patxi o Antxón como protagonista para hacer gala, con mofa, de las características mencionadas. Además, los vascuences son gente con una identidad muy definida entre los españoles y algunos de ellos incluso reclaman la independencia de España –con métodos absolutamente deleznables, por cierto-. Esto es algo que curiosamente también les une con los tejanos, pues he podido saber que la independencia de Tejas ha sido un tema recurrente durante la historia de EEUU y que aun hoy algunos anhelan.

Por tanto como se puede apreciar, hay claras similitudes entre los tejanos y los vascos. Cada uno a su manera –es difícil establecer una comparación entre un cowboy y un aizcolari- exhiben rasgos singulares y distintivos en su país, algo apreciado en mayor o menor medida por aquellos que los rodean. Por eso cuando volví de Tejas, aparte de con un buen recuerdo, me quedé con una idea clara sobre el lugar: Tejas es, sin duda alguna, el País Vasco made in U. S. A.

Fotos: Vascos, http://www.nonbait.com/shop/images/huiku3.jpg Cowboy, http://www.highlightskids.com/Stories/NonFiction/NF0900_headtotoeCowboy.asp

Si quieres ser alguien en Arkansas, 1ª parte: los trucks

A este individuo lo encontré en una gasolinera cerca de Jonesboro. Nótese la bandera confederada –comprable, si se quiere, a una de España con el águila bicéfala- en la matrícula delantera y el atuendo del dueño, que se ofreció a deleitarme con el lazo de vaquero mientras tomaba la foto. No tiene precio.

Hay algo de lo que me he percatado a lo largo de los años, no importa el lugar en el que me encontraba o la cultura del mismo: la gente usa elementos materiales para afianzar su sentimiento de pertenencia al grupo social con el que se identifican o quieren identificarse.

En Nueva York, por ejemplo, todo neoyorquino que se precie tiene una gorra de los Yankees. En las universidades estadounidenses, si quieres ser considerado un atleta -y por ende tener un alto estatus social- debes vestir sempiternamente la sudadera del deporte al que juegas, especialmente cuando vas a la cafetería, el perfecto escenario para el pavoneo. Si además eres jugador de fútbol americano, las chanclas Jordan con calcetines son altamente recomendables. Se puede encontrar otro ejemplo entre los intelectuales, en cuyo caso el sentimiento de pertenencia se refuerza con unas buenas gafas de pasta y otros accesorios como la camisa de cuadros metida por dentro, la raya al lado, etc. –este aspecto últimamente se ha tomado como moda-. Se puede observar que en todos estos casos la originalidad, la personalidad o la rebeldía con respecto a la homogeneidad brillan por su ausencia, como fruto de un comportamiento irracional a cuyo nivel no operan, en absoluto, dichos conceptos.

Sea como fuere todos estos objetos, accesorios, etc. hacen que tu nivel de autoconfianza se incremente –No soy un marginado, vendrían a decir de forma implícita- y dan un mensaje a aquellos que te rodean: esto es lo que soy, ¿a qué molo? De los muchos objetos que podemos incluir dentro de esta clasificación los coches son de los mejores porque trasmiten de forma fastuosa el mencionado mensaje subyacente. Un buen deportivo, una lujosa limusina o un mastodóntico Hummer te dan, qué duda cabe, una posición privilegiada frente a los que te rodean, haciéndote sentir más cómodo contigo mismo.

Pues bien, después de un largo periodo de observación y de inmersión cultural, he podido constatar que aquí en Arkansas hay varios elementos que uno debe tener para ser reconocido como arkansawyer. Voy a dedicar diferentes posts a cada uno de ellos y hoy el elegido es el vehículo predilecto de los lugareños: el Truck (conocido en español como camioneta o pick up y para los mejicanos como troca).

Muchos sabréis a lo que el término truck se refiere aunque para los no duchos se podría definir así: Un truck es, básicamente, un todo terreno con la parte de atrás diáfana, sin asientos, tapicería o detalle alguno. Este tipo de vehículo solía ser muy útil para labores de labranza y ganadería porque el gran espacio trasero permite al trabajador en cuestión llevar todo tipo de herramientas y maquinaría que no cabrían en un coche o incluso en una Furgoneta.

No obstante, hoy en día el mencionado uso primario de las camionetas ha pasado a un segundo plano. Sin ir más lejos en Arkansas (considerado un estado rural y agrario), las camionetas representan más de la mitad del total de vehículos que circulan por las calles. Con solo echar un vistazo a un parking se puede ver como las camionetas de toda clase y condición ganan por goleada a otros tipos de vehículos. Entre los muchos tipos de trucks destacan:

El truck estándar: el más común en los aparcamientos, se ajusta con fidelidad a la definición provista anteriormente -el de la foto de inicio es un claro ejemplo. A veces puede tener espacio para asientos traseros, pero normalmente solo posee asiento para el conductor y el copiloto.



El truck mastodóntico: este tipo se caracteriza por su gran altura, sus enormes ruedas y un frontal impresionante. Las connotaciones fálicas que entraña se exponen posteriormente en este texto.



El truck viejete: dado que estos vehículos fueron originalmente pensados para trabajar, es normal encontrar modelos más antiguos que han batallado contra el paso del tiempo. Algunos de estos modelos son tremendamente apreciados entre los arkansawyers.



El truck tuneado: es un truck estándar que incorpora accesorios tuning como grandes llantas, alerones, etc. En esta zona suelen pertenecer a individuos mejicanos.




El mini truck: es una versión reducida del truck estándar. Siempre tendrá dos asientos y parece demasiado endeble como para llevar cualquier objeto pesado, lo que lo hace aun más inservible.



El cruck o cocheneta: es una mezcla entre un coche y una camioneta (car + truck) o lo que es lo mismo, un coche de los setenta con la parte de atrás diáfana. Este espécimen es muy poco habitual en circulación y por tanto muy apreciado. No acierto a imaginar en que estaban pensando los diseñadores de las compañías de coches cuando alumbraron este modelo, pero viendo que no hay ejemplares más modernos del mismo se puede entender que las ventas no fueron muy bien. Este modelo es, por cierto, mi favorito.



Después de esta somera descripción de los modelos de truck más habituales se puede intuir que este tipo de vehículo está muy extendido entre los oriundos de Arkansas, pese a que está claro que no todos los dueños son labradores, granjeros o ganaderos.

Así que, ¿por qué comprar un truck? Por su utilidad claramente no: no puedes llevar detrás nada que no sea impermeable o resistente a las diferentes condiciones meteorológicas y además en muchos casos tampoco puedes llevar más pasajeros que el copiloto. En cuanto a economía la respuesta es, de nuevo, no: estos vehículos son caros (bastante por encima del precio del coche medio) y son grandes y pesados por lo que consumen mucha gasolina.

Por tanto no parece existir una justificación racional para comprar una de esta estas camionetas. Sin embargo, después de observar, preguntar e indagar creo haber encontrado la motivación que les lleva a tener un truck: Ser un auténtico arkansawyer. Sí, son vehículos caros e inútiles, pero parece no haber duda de que aquellos que poseen un truck en Askansas se sienten mejor consigo mismos. Están mostrando quiénes son y esto les lleva a incrementar su autoestima. Es un elemento de moda para los arkansawyers que les convierte en molones, en “uno de ellos”; conduciendo un truck el lugareño en cuestión está lanzando un mensaje al resto: ¡Soy un arkanswayer! Más profundamente este análisis se puede enfocar desde una perspectiva sexual para afirmar el truck, para el hombre, no es sino un apéndice fálico más –cuanto más grande es mi truck, más… guay soy -.

En conclusión, hay algo que todo foráneo debe saber sobre el estatus social en estas tierras: si quieres ser alguien en Arkansas necesitas conducir un truck.

28 mar 2010

El equipo de fútbol

La zamarra del equipo (mira que me gusta usar la palabra zamarra)


El tiqui-taca ha llegado a la Liga de fútbol para adultos de Jonesoboro, ya que la semana pasada decidí apuntarme a un equipo de fútbol (ya sabéis, el de verdad). El Dr. Amieyi, mi tutor y jefe del departamento de Radio-TV me habló de esta liga de fútbol en la que él juega y capitanea uno de los equipos y me dijo que si quería apuntarme. Le di vueltas durante unos minutos y al final pensé que estaría bien jugar un poquito más en serio que en el W. O. L. F Center -poco a poco me voy desaciendo del tronquismo que ha caracterizado mi juego los últimos años-.

Mi equipo es el F. C. International y como se puede ver en las fotos el uniforme es una copia del que llevaba el Barça hace dos temporadas. Los uniformes se crearon dos años atrás, por lo que los que quedaban –solo dos- estaban serigrafiados con número y nombre. No tenía mucho donde elegir así que me decidí por el número seis, Shiva, que iba a pertenecer a un doctor indio que vive aquí y que al final dejó el equipo. El doctor Amienyi dice que el nombre se puede cambiar, aunque creo que lo voy a dejar así. Suena exótico y poderoso, de hecho es el nombre de una deidad hindú y según Wikipedia significa auspicioso, amable y cortés, ¿me pega, no?

Mi zamarra por detrás, con el susodicho vocablo que he adoptado como nombre de guerra.

El equipo no entrena y los partidos se juegan dos días a la semana, aunque no es obligatorio acudir a todos, lo cual me permite combinarlos con las clases y mis quehaceres. La liga se juega de marzo a mayo pero hay solo cuatro equipos así que nos enfrentaremos a los mismos equipos tres o cuatro veces –algo un poco raro-. Sea como fuere, el Dr. Amienyi me comentó sobre esta liga el lunes, entregué la solicitud el martes y el miércoles jugué mi primer partido; la cosa fue en plan fichaje de última hora con el mercado casi cerrado –espero que no me pase factura la falta de aclimatación, de pretemporada, etc-.

El partido del miércoles estuvo correcto. Pude conocer a mis compañeros de equipo, y ver el nivel de la gente. Algunos de ellos son buenos y otros menos buenos, pero lo que más me parece que necesita mi equipo es jugar como eso, como un equipo. Durante este primer partido me pareció que estaban cansados o apáticos, aunque yo tampoco es que lo hiciera genial, y el caso es que perdimos 3 - 1.

El domingo tenemos otro partido; cabe esperar que nuestro juego mejore y podamos traer algo de tiqui-taca hasta Jonesboro, aunque la persistente lluvia –lleva cayendo desde el jueves- podría posponer el encuentro. Veremos…

El Abdoer Twist, ¡menudo invento!


Esta es la primera parte del anuncio. Nótese la importancia no solo de ver sino también de escuchar el documento; de no ser así el por qué de la efectividad del Abdoer Twist no se entenderá.


El reloj de mi habitación marca las 12:57 pm en un Days Inn de Norman, un suburbio de Oklahoma City. No puedo dormir, y el nerviosismo por la presentación que tengo mañana en la AEMJC conference está empezando a asomarse. No obstante, nada de esto importa ahora mismo. No importa porque estoy en auténtico estado de shock debido al anuncio del artilugio de pseudo ejercicio más bizarro y surrealista que he visto en mi vida: el Abdoer Twist. Se debe tomar al menos un minuto para echarle un vistazo; es una especie de trono endeble con un rodillo en el respaldo en el cual el pseudo atleta ejecuta bruscos y antinaturales movimientos, como si fuese un robot o un zombie de una película de bajo presupuesto de los años cincuenta.

Escuchar la descripción del aparato es algo inefable. Aparentemente el secreto del Abdoer Twist está en lo que la voz en off del anuncio llama sinergia biométrica, ¡Ahí te lo dejo! El concepto se menciona pero obviamente no se explica y a continuación se procede a enumerar los beneficios del artefacto: desarrollar músculo sin grasa, fortalecer el núcleo abdominal y quemar calorías, todo al mismo tiempo, ¡Como por arte de magia!

No sé qué decir, estoy simplemente anonadado; cada segundo de este documento audiovisual tiene un valor incalculable. Los vendedores de aparatos de ejercicio inservibles han superado sus mejores creaciones de largo….

Pero hay más; enseñar el producto rodeado de tías buenas y culturistas que además lo están usando no es suficiente. Los “casos de éxito reales” (debería poner dobles o triples comillas) son mas grotescos, si cabe:

El primer individuo perdió a su mujer debido a un cáncer y como le prometió que iba a perder peso, el caballero ha decido hacerlo con el Abdoer Twist: 19. 5 kilos en 60 días.

El segundo hombretón va más allá, desafiando todas las reglas sobre pérdida de peso sana y gradual:



25 kilos en ocho semanas y un total de 56 kilos, todo gracias al Abdoer Twist.

Después de este colofón final el anuncio el anuncio termina y yo no puedo evitar preguntarme a mí mismo, insistente, cuál es el próximo.
Mentiras comerciales, tan lamentables como adictivas, al menos para mí.

Khalaf, mi compañero de viaje

Parece ser que Oklahoma es un estado de fuerte arraigo nativo americano, aunque yo no vi ni un solo nativo de los de verdad.


Hace dos jueves al terminar mis clases partí con destino a Oklahoma para asistir a la una conferencia sobre periodismo y comunicación, la AEJMC mid winter conference, que tuvo lugar los siguientes cuatro días en la Universidad de Oklahoma. En este viaje tuve la mejor compañía que cabría esperar: Khalaf Tahat, compañero del master e intrépido periodista jordano. Khalaf llegó a ASU el semestre pasado gracias a una beca de su gobierno y a día de hoy vive con su esposa y sus tres hijos en Jonesboro. Khalaf y yo dejamos Jonesboro a las 4:40 pm y a lo largo de las ocho horas que duró el viaje tuve la oportunidad de aprender sobre mi singular acompañante, su cultura y la forma en que ve la vida la gente de oriente medio. Con el sol ocultándose en el plano y nítido horizonte arkansawyer Khalaf tuvo tiempo de contarme, a grandes rasgos, toda su vida: Cómo acabó estudiando en ASU, los difíciles comienzos y sobre todo cómo era su vida antes de venir a EEUU.



Durante más de diez años, Khalaf ejerció como redactor y corresponsal para uno de los periódicos jordanos de tirada nacional, Al Ra'I (la opinión). En este tiempo conoció influyentes políticos, desarrollo su olfato periodístico y cubrió acontecimientos por todo oriente medio, incluida la Guerra del Líbano en 2006. Cuenta Khalaf que trabajar en dicha guerra fue una experiencia muy peligrosa pero también muy enriquecedora y que jamás olvidará el recuerdo de dejar el Líbano en helicópteros de combate del ejército jordano. Además me contó sobre las largas distancias que condujo a través del Desierto Árabe y de los países del Golfo Pérsico, y me aseguró que pese a las condiciones climatológicas las carreteras de allí están en buen estado –en especial en Arabia Saudí-, por lo que puedes llegar a cualquier sitio sin grandes problemas.
También me habló del periodo que vivió en Qatar, donde estudio la carrera de periodismo luego de conseguir otra beca de su gobierno. Según él los qataríes no escatiman en gastos y siempre quieren lo mejor, confirmando el manido tópico de los petro-dólares que todo lo compran.

Khalaf tuvo tiempo de hablarme de su familia, de sus ocho hermanos, todos enrolados en el ejército, y sus dos hermanas, y de la pequeña casa que poseen sus padres a las afueras de Aman. Fue en este momento, cuando hablamos de la familia, cuando sobrevino el momento más jocoso del viaje: al preguntarle acerca de su mujer, de cómo se conocieron y demás, el singular jordano me respondió, sereno y sin titubeos, que su esposa era su prima-hermana. Al oírlo se me secó la garganta y las palabras se me esfumaron. Para más inri, actos seguido me dijo, extrañado y con su profundo acento arábigo, que no entendía porque en los países occidentales no nos casábamos entre primos: “Si fueseis hermano y hermana sería malo, pero primos, ¿Por qué no?” Varias razones se me vinieron a la mente, pero ninguna de ellas me pareció lo sufrientemente buena para convencerle. Me figuré que, al fin y al cabo, conceptos como incesto o endogamia no iban a ser aptos para la situación. Según Khalaf, en los países árabes los únicos que no se pueden casar entre ellos son los hermanos y los hermanos de leche; el resto están “en el mercado”, lo cual no deja de resultarme bastante sorprendente.

La conversación con mi peculiar compañero arábigo estaba siendo interminable pero muy interesante y yo me limitaba a escuchar la mayor parte del tiempo y a intentar asimilar todo lo rápido que podía. Antes de que tuviera tiempo para aburrirme o sentirme cansado (incluso aunque hubo una pequeña siestecita casi al final) llegamos a Norman, Oklahoma. Dimos una vuelta a la zona de los hoteles y al final nos decantamos por un Days Inn, donde una mujer de proporciones desproporcionadas nos dio la habitación 234. Habíamos llegado a Norman y al día siguiente la Universidad de Oklahoma nos esperaba.

El W.O.L.F. Center

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Este es el pabellón, abierto hace tan un par de semanas

La gente que vive en Jonesboro piensa que este lugar es soporíferamente aburrido. De hecho, ha sido renombrado con mofa Jonesboring (para los no versados en inglés, boring = aburrido) debido a las pocas cosas que uno puede hacer. Llegado este punto, debo decir que yo personalmente soy escéptico; además, suelo pensar de forma contraria a la masa y este caso no es una excepción. Para mi Jonesoboro es un buen sitio, con su encanto y todo. No es una de las famosas megalópolis que vemos en las películas, pero me gusta. Estar aquí me permite aprovechar al máximo las horas en que estoy despierto, me brinda recursos para estudiar, trabajar y aprender y también me ofrece ocupaciones para estar entretenido. Jonesboro para mí es solo eso, Jonesoboro. El sitio en sí merece un solo post por lo que no me extenderé acerca de Jonesboro en estas líneas. Hoy quería hablar de una de esas cosas que puedes hacer aquí: jugar al fútbol en el W. O. L. F. Center.


El Wellness Opportunities and Life Fitness center es el recién inaugurado pabellón multiusos que han construido en ASU para que los estudiantes practiquen deportes y lleven una vida sana. El nombre está muy bien traído: las secciones deportivas de la universidad son los Red Wolves (Lobos Rojos) y con las iniciales del pabellón se forma la palabra wolf, que significa lobo en inglés. En este moderno centro de fitness se puede hacer uso de un gran gimnasio, varias pistas de baloncesto/voleibol/bádminton, un par de salas de aerobic (y más) y tres mesas de ping pong. Además de todo esto el recinto cuenta con una pista de fútbol indoor a la que la gente –yo incluido- acude para jugar al fútbol. Esta pista también tiene canastas de baloncesto y he visto en alguna ocasión a gente jugando al hockey. Sin embargo, nosotros aquí jugamos al fútbol, que por estos lares conocido como soccer para distinguirlo del fútbol americano. Para dicho propósito yo prefiero llamarlo el fútbol de verdad, dado que en este se usa una bola y los pies mientras que en el americano el uso del pie es ínfimo. El fútbol aquí es más popular entre los estudiantes internacionales, aunque algunos estadounidenses también juegan. Normalmente puedes encontrar estudiantes de cualquier parte: EEUU, Arabia Saudí, China, India, Kuwait, Irán, Nigeria, Omán, Camerún, Japón, Marruecos, Francia… y por supuesto España.




Siempre que voy disfruto a raudales: diferentes niveles de juego o de técnica y diferentes nacionalidades pero un mismo objetivo, emular a Messi, Agüero, Torres, Iniesta o CR9 y liberar algo de estrés después de clase. A veces me doy cuenta de que cuando llegue la hora de partir no volveré a vivir este tipo de experiencia y por ello disfruto cada partido como si fuera el último. En cualquier caso, jugar al fútbol es solo una de las cosas que puedes hacer en Jonesoboro; hay algunas más pero si quieres descubrirlas deberás seguir leyendo este blog…

La Kappa Tau Alpha National Honors Society

El escudo de la sociedad. Muy solemne

Esta mañana, ojeando mis emails mientras preparaba mis clases he leído uno especialmente misterioso. El susodicho correo era una invitación para hacerme miembro de la Kappa Tau Alpha National Honors Society. Al principio pensé que se trataba de una de las clásicas fraternidades made in USA, las cuales no me interesan en demasía pese a que supongo que sería divertido formar parte de una. Sin embargo, he continuado leyendo el email y ha resultado que no era una de ellas. Esta sociedad ofrece ser miembro a estudiantes de periodismo y comunicación distinguidos entre el top 5% de todos estudiantes en base a méritos académicos. He leído sobre ello en la desangelada web de la sociedad y parece ser cierto. No entiendo a quién he engañado para conseguir esta invitación, pero la voy a tomar porque soy fiel seguidor del refranero español, el cual dice, claro y lacónico, “es de bien nacidos ser agradecidos”. No obstante debo decir que no comulgo con premios ni honores que recompensen lo mínimo que uno debe hacer.


Este es un ejemplo de la iniciación. Bastante sobrio, me gusta.

En cualquier caso, este asunto me ha recordado algo que me sorprendió mucho cuando vine a EEUU – de hecho aun lo hace. Las gentes estadounidenses tienen especial motivación por formar asociaciones. El motivo importa, sí, pero tampoco demasiado. Tu raza, lo que te gusta o disgusta, tu tendencia sexual, tu religión o tu sector laboral son motivos suficientes para montar una asociación. Bajo muchas de ellas subyace una idea: la necesidad de querer hacer amigos rápidamente, lo que a simple vista parece ser el leitmotiv de las fraternidades/sororidades (ayer en la biblioteca oí que cazar un marido es también un objetivo importante para las “hermanas”). Si te paras a pensarlo, todo esto puede resultar raro, pero en absoluto lo es. Por ejemplo, hoy en el periódico de la univeridad he leído un artículo con el siguiente titular “La Comunidad Atea de Jonesboro busca formar una sección universitaria”. La primera línea del cuerpo de la noticia era simplemente maravillosa: “las hostilidades están creciendo en el campus de ASU debido a los intentos de la Comunidad Atea por establecer una sección estudiantil en el campus”. Más allá de lo hilarante de la pieza, piensa en perspectiva por un segundo: Jonesboro, en Arkansas –en el mismísimo centro del llamado Cinturón de la Biblia-, ¡¿¡tiene una asociación ateísta!?!

Esta historia no hace sino refrendar ese ansia por asociarse que tienen los estadounidenses. Es una característica intrínseca de su idiosincrasia y alguien foráneo como yo lo percibe claramente. Por lo tanto, dado que ahora me encuentro inmerso en esta cultura, me estoy planteando la posibilidad de crear mi propia asociación. Ya tengo varias ideas en mente: La Asociación de Encantadores y Estilosos Estudiantes Españoles, la AEEES (Para esta estoy aun reclutando efectivos, pero yo seré el presidente), la fraternidad Macho Omega, ΜΩ (que se preparen los machos alfa y los muchachitos de fraternidad) o la Asociación Odio los Tres Tipos de Grasas (normal/Sat/Trans) de la Comida de EEUU, la AOTTGCEEUU. Todavía estoy dándole vueltas a todas ellas pero desde aquí hago un llamamiento a todos aquellos que quieran hacerse socios para que contacten conmigo para poder ilustrarles acerca del proceso de admisión.

27 mar 2010

La cena Nepalí

Este es el primero de los dos platos que comí. Ambos con los dedos, como hacen ellos.

El viernes pasado pase la tarde-noche en el apartamento de R
iju, mi ex-compañera del máster nepalí. Riju decidió preparar una cena porque Venkat, el hermano de Pavitra (otra ex-compañera) ha venido a visitar Jonesboro este mes. Riju solicitó mis servicios como ayudante de cocina y yo, claro está, acepté.
Pasamos un par de horas muy divertidas cocinando, haciendo de todo un poco: Dal (una especie de puré de le
ntejas menos espeso, con tropezones y aderezado con especias), pollo a la nepalí (así lo bauticé yo), unas espinacas raras con un sabor muy fuerte y ensalada de fruta. Todo servido con arroz basmati, obviamente. Aunque estuvimos dos horas cocinando el tiempo se me pasó rápido. Al principio suponía que Riju cocinaría con mucho picante pero la verdad es que a excepción del pollo los platos eran bastante suaves.

Los invitados llegaron antes de que terminásemos así que estuvimos charlando un rato a medio camino entre la concina y la salita de estar. Aparte de Venkat y Pavitra, Ricky, Nusrath y Rithika también se apuntaron a la cena –todos ellos indios. Me lo pase en grande porque cuando quedamos tengo la oportunidad de aprender muchísimo sobre su cultura. Además ellos siempre están dispuestos a compartirla así como ávidos por conocer más acerca de la cultura española. Durante la velada me enseñaron nuevos detalles sobre la India: Venkat me estuvo hablando de una tradición que tienen en la que utilizan toros y que por la descripción que hacía se debe parecer a los forcados portugueses. Sacó el tema porque había oído hablar de los toros en España, lo cual les sorprende mucho por aquellas tierras.

Ricky me habló del Sijismo, dado que el es punyabí y su familia Sij. Al parecer los Sij son famosos por su particular identidad así como por su coraje y valentía. Ricky me contó que los Sij tienen cinco artículos o elementos de fe: su pelo y su barba, que se dejan crecer toda su vida, una daga, un peine, un brazalete como de plata y su característica ropa interior. Consiguen estos objetos por medio de un ritual y una vez los tienen los deberán mantener de por vida, como si fueran una prolongación de su cuerpo. Entre todos también me hablaron de uno de sus dioses, Krishna, del que resaltaron el hecho de que tuvo 1600 esposas, aunque según Venkat muchas de ellas eran avatares de sí mismas; igual esto es una metáfora india de aquello del hombre y el parchís: “me como una y cuento veinte”. La tradición dice que Krishna era un tipo muy deseado entre las féminas y que por no decepcionarlas se casaba con toda la que lo deseaba. Una decisión muy diplomática, ¿verdad?

La noche acabó con todos bailoteando, primero salsa y después grandes éxitos indios. No perdí la oportunidad de aprender algunos pasos del estilo punyabí con Ricky y Venkat me demostró algo de lo que ya me había percatado: los indios adoran la música y bailar sin parar.

Cuando me percate de que quizá ya era tarde miré el reloj y la 1:30 de la madrugada asomaba implacable. Con tan maña compañía el tiempo se había escapado volando y me fui con la sensación de que esta gente es demasiado agradable, cálida y valiosa, y de que nunca podré entender totalmente todo lo que rodea la cultura india. ¡Maldita vida mortal!

La officina de idiomas

Esta es min oficina. No sabemos que ha pasado con el cartelillo de Ali, pero lleva desaparecido unas semanas. Ali lo está investigando, así que os mantendré informados.

Ya dije en el primer post que además de estudiar un máster también trabajo como asistente de profesor en el Departamento de Idiomas y Culturas del Mundo de la universidad. Lo primero que debo decir acerca de este trabajo es que el nombre no es del todo preciso. Pese a que la palabra asistente es parte capital del mismo, en realidad consiste básicamente en ser profesor. Mi trabajo es enseñar español elemental a dos clases de universitarios de entre dieciocho y cincuenta y algún años –veintitrés y veinticuatro por clase, exactamente. No me estoy quejado, ojo, pero la verdad debe ser dicha. Tampoco es que sea un problema, de hecho lo disfruto bastante. Me gusta compartir un poquito de mi cultura y mi idioma con ellos y parece que la cosa les gusta. Aunque a veces se me ponen farrucos debido a que la necesidad de concordancia en género y número de artículos, sustantivos y adjetivos así como las conjugaciones verbales les vuelven locos. Y les entiendo. El inglés practicamente carece de todos estos detalles, por lo que acostumbrase a pensar en todos ellos a la vez que uno habla o escribe no es fácil, aunque yo siempre les digo lo mismo: esto no es nada comparado con chino o árabe, eso sí sería para quejarse –por no mencionar las caóticas estructuras de pronunciación en inglés, donde con cinco vocales salen más de 25 sonidos sin patrón ni regla alguna.

La lengua española se ha puesto muy de moda entre los estadounidenses en los últimos años. Lo consideran el idioma más útil debido a que la comunidad latinoamericana es la minoría que más rápido crece en EEUU (estoy esperando ávidamente el censo de este año, pero mirando a los datos previos hay muchos más latinoamericanos que negros, lo cual me sorprende mucho). En cualquier caso, yo tengo mi opinión acerca de lo importante que el español puede ser para esta gente, pero eso le explicaré en otro post.

Además de enseñar, parte de mi trabajo son mis horas de tutoría, tiempo que normalmente paso en la oficina. Comarto esta oficina con Isaac, instructor de swahili de Kenya, Harry y Gustavo, que son los instructores de español y Ali, el intructor sirio de árabe. Puede parecer que es demasiada gente para una oficina pero no solemos estar más de dos o tres en la misma oficina a la vez. Compartir el sitio con ellos es sencillo porque ningún es maniático o rarito (en realidad esto se podría discutir, pero bueno), lo cual ayuda mucho.Hasta ahora no tengo queja sobre ninguno de ello, de hecho hay alguno que me gustaría que siguiera - mais c’est la vie.

La jefa del departamento es la Dra. Unnold. Es alemana y alimentando el esterotipo es seria –tampoco mucho-, trabajadora y directa. No se anda con tonterías y le gustan las cosas claritas y directas, algo que me gusta bastante. Además, en la parte central de la oficina esta Nikki, en mi opinion la mejor del lugar sin duda alguna. Nikki es la espeialista administrativa del departamento (cargo otrora conocido como secretaria) y trae una luz especial que alegra e ilumina el mismo. Encima es diligente, rapida y muy competente. Y lo mejor de todo es que siempre tiene buenas palabras y una sonrisa en la boca sin importar lo que pasa, así que como se puede imaginar le tengo un aprecio tremendo. De hecho, me da vida en días difíciles y a veces hasta hace que este lugar sea como mi casa.

Hay varias historietas sobre la oficina que merecen la pena ser contadas, pero no voy a desvelarlas todavía. Deberás, por tanto, seguir leyendo mis futuras palabras, aunque como ya he dicho pongo en duda que merezcan la pena.