11 ago 2010

No eran brasileños, alemanes o italianos pero eran los mejores.


Miró a la doble línea de campesinos y escupió en el suelo. Pudo escupir saliva de verdad, lo cual, en una circunstancia así, como tú sabes, inglés, es muy raro, y dijo “¡Arriba España!, abajo la República y me cago en la leche que habéis mamado”. Entonces le golpearon hasta la muerte con rapidez por el insulto, pegándole en cuanto alcanzó el primer hombre, golpeándole mientras intentaba andar con la cabeza alta, golpeándole hasta que se cayó y masacrándole con ganchos y hoces y después muchos de los hombres lo arrastraron al despeñadero y lo lanzaron al vacío, quedando sus manos y sus ropas llenas de sangre […] …Entonces volví dentro de la habitación y me senté ahí y deseé no pensar en que ese era el peor día de mi vida hasta que llegó otro […] Tres días después, cuando los fascistas tomaron el pueblo.

Esto es un breve extracto del relato que
Ernest Hemingway puso en los labios de la guerrillera republicana Pilar en Por quién doblan las campanas. Era, muy probablemente, una fiel reproducción del relato de algún otro guerrillero republicano de aquellos con los que el autor estadounidense convivió mientras cubría como reportero (¿y miliciano quizá?) la Guerra Civil española.
Una genial descripción novelada de los momentos previos a una guerra resultado inevitable de décadas y siglos de cosas mal hechas, de grandeza venida a menos, de deseos por poseer que quedaron en agujeros casi imposibles de tapar. Una guerra entre hermanos (carnales o políticos, gemelos o totalmente opuestos) que destruyó lo poco que quedaba por estas tierras, otrora epicentro
de un imperio en el que no se ponía el sol (Y no, no me gusta mucho esta frase).

En su máximo apogeo (si tal cosa llegó a ocurrir).

Una guerra a la que siguieron cuarenta años aborrecibles, cargados de opresión, de maltrato a la libertad, de lastrada reconstrucción, y que acabaron con una transición que puso las bases para los últimos 25 años de nuestra historia. Un cuarto de siglo que muy probablemente has sido el de mejor calidad de vida de este conjunto de tierras culturalmente diferenciadas que conforman (de momento) el territorio conocido bajo el nombre de España.

Yo no soy muy mayor, pero desde muy pequeño experimenté un sentir sorprendente para los foráneos pero obviamente normal para mí. Ser originario de las mencionadas tierras denominadas como España dentro de las mismas no era motivo de sentirse especialmente orgulloso, más bien todo lo contrario. Además, hacer gala de tu condición española acarreaba consecuencias cuanto menos perniciosas. Esto era debido, esencialmente, a la absurda sobre exaltación de la cultura y símbolos patrios durante el régimen. Así, aun años después de haber superado esa etapa, cualquier reminiscencia a tu alrededor que evocara esa condición te convertía automáticamente en un facha (fascista), un pepero, un pijo-facha, un paleto, una minoría a la que había que hostigar porque eso era objeto de vergüenza. Y no voy a engañar a nadie diciendo que yo en el fondo quería mostrar ese sentimiento de orgullo pero que no lo hacía por miedo a represalias. Yo, de hecho, estaba más bien en el lado de los “hostigadores”.


Así cuando llegaba un mundial –de fútbol- lo más guay (cool, chévere, padre) era ir con otro equipo, con Alemania, con Brasil, con Argentina… esos eran los buenos, lo que llegaban lejos. La selección Española caería en desgracia tarde o temprano, además a quien le importaba si solo había uno o dos del Atleti, entre dos y cuatro de Madrid y Barça, varios o ninguno del Athletic (nótese la semblanza en honor a Clemente e Iñaki Sáez), etc.… No merecía la pena. En el fondo se quería que la Selección hiciese algo grande, pero era impensable admitirlo, quedaba mejor criticar o salir del paso con la conveniente mofa al uso en aquel momento. Por ende, si eras un niño y querías ser alguien en el barrio tenías que comprarte la camiseta de los mencionados países (alguna exótica también era aceptable), nunca la de España, porque sino la masa caería sobre ti blandiendo los calificativos citados en el párrafo anterior.

Yo siempre tuve este sentir durante mi infancia y adolescencia. Sin embargo, esto empezó a cambiar en el 1999, cuando por primera vez seguí un torneo internacional de fútbol juvenil. Era el Mundial sub-20 de Nigeria y lo retransmitía La 2. Allí jugaron un grupo de chavales que acabaron acaparando tiempo y titulares en los medios nacionales, pues llegaron a ser, increíblemente, campeones del mundo. En aquella selección se encontraban Xavi, Casillas y Marchena. Curiosamente, Los dos primeros son hoy parte vital de la selección española Campeona del Mundo (joder, ¡qué bien suena!).

¿Quién es quién?

Además, en los años venideros las siguientes generaciones de jóvenes futbolistas españoles se hartarían a ganar títulos y amasar prestigio a nivel internacional (hace dos semanas, sin ir más lejos, la sub-19 quedó subcampeona del Europeo).

Sea como fuere esa inyección de optimismo quedó socavada al año siguiente con la Eurocopa del 2000, en la que nos fuimos a casa en octavos tras caer ante la selección que se proclamaría campeona, la Francia de Zidane. Los años posteriores volverían a estar cargados de sinsabores y decepciones, con el robo de Corea y Japón y la decepcionante Eurocopa del 2004. No obstante el Mundial de 2006 en Alemania abrió una puerta a la esperanza, con una primera fase muy buena, aunque en octavos una Francia geriátrica nos mandó para casa con la sensación de que parecía que se podía pero que al final no, no se pudo.

Berrinche desde Corea.

Dos cracks allá por 2006.

El toque de fondo y lo que vino después.

Los dos años siguientes pasó algo insólito. Tras las feroces críticas a Luis y varios varapalos en la fase de clasificación de la Eurocopa [véase
el desastre de Belfast] pareció perderse la fe. Ya ni siquiera se criticaba a la selección; la gente dejamos, simplemente, de hablar del tema, de sentarnos a ver los partidos. Se consiguió la clasificación, pero nos dio exactamente igual.

Lo que algunos dijeron cuando emepezó. Luego cambiarian "ligeramente" de opinión.

Y así, cuando nadie lo esperaba, incluso cuando se dejó de ver los partidos solo para poder criticar después, llegó la Eurocopa del 2008, que daría para escribir un post o una colección de ellos. Para resumir, se podría decir que la Eurocopa de Austria-Suiza supuso un antes y un después. Por fin los cuartos de final dejaron de ser la barrera insalvable y en dicha ronda se derrotó a los campeones del mundo. Por fin España pareció ser esa selección favorita que todos esperaban. Por fin, el 28 de junio de 2008, la Selección Española ganó un gran título internacional y nos convertimos por primera vez (dejaremos en un segundo plano la “Eurocopa” del 64) en campeones.

El que ríe el último, y tal.

Fue en este punto cuando el sentir popular comenzó a cambiar. Yo lo sentí preclaramente ese mismo verano cuando un buen día, caminando por la calle, escuché a dos niños que comentaban:


- “Y tú ¿De qué equipo eres?”

- “Yo soy ‘del España’; y después, del Barça”.

Jamás pensé que oiría algo así, jamás; me dejó sencillamente estupefacto.

Con la referencia de la Eurocopa y después de una brillante fase de clasificación se llegó al Mundial de Sudáfrica 2010, del que apenas comentaré algo, pues ya mucho se ha escrito y dicho sobre él. Somos los campeones del Mundo y yo, de verdad, sigo sin creérmelo, porque creo que es una de las cosas más maravillosas que he visto y veré durante el tiempo que esté con vida.


Y sí, sé que al fin y al cabo son solo veintidós tíos en calzoncillos corriendo detrás de un trozo de cuero, que ganan millones de euros y no los merecen, que el fútbol es un elemento que aborrega a las masas propio de la España más caní. Sea como fuere, esos veintitrés “tíos” han cambiado la historia de este país. Mis allegados me contaban que los días previos a la final los balcones estaban jalonados con banderas de España, que los niños jugaban al fútbol en el parque vistiendo una camiseta de España (sí, no con la de Brasil, Alemania o Argentina) y que la gente estaba nerviosa porque el domingo todos nos jugábamos algo.

Lo que se jugó X. Alonso.

Con la victoria final se desterró el complejo de inferioridad, el pensar que lo de fuera siempre es mejor. Tras el pitido del árbitro (que por cierto, ¡vaya árbitro!) millones de personas por todo el país se echaron a la calle a celebrar, a abrazarse los unos a los otros y a aparcar por unas horas la jodida crisis que sí, que no se va a solucionar porque se haya ganado el mundial.
Y yo, a miles de kilómetros, no pude evitar sentirme extrañamente complacido mientras un fluido salino se abigarraba en mis lagrimales, ansioso por recorrerme ambos lados de la cara. Después de tanta tensión estaba tranquilo y muy, muy, muy contento, con una sensación de gozo que todavía hoy me brota cada vez que pienso en el momento.

Nótese la deferencia colonial desde EEUU.

Ese domingo, hace hoy un mes y cinco días, me costó conciliar el sueño. Cuando empecé a bosquejar este post en mi cabeza eran casi las dos de la mañana y no me quería acostar. Releía compulsivamente periódicos online en español y en inglés, me atrevía con el francés y hasta con el portugués o el italiano. Veía una y otra vez a esos setenta y pico kilos de carne y hueso de Fuentealbilla, encerrados en su envoltorio cutáneo casi transparente, controlando el balón y pegándole con el alma al fondo de la red. Y no quería que el día se acabase, joder, no quería. Finalmente apagué el ordenador y me fui a la cama, diciéndome a mí mismo que no me preocupara. Quedaban cuatro años para disfrutarlo, para defenderlo, para criticarlo si se quiere. Y solo había y hay un inconveniente: mi camiseta oficial había dejado de ser oficial, pues ahora le faltaba una estrella dorada coronando el escudo.


PD: He obviado utilizar el controvertido y agotado concepto de Nación tan usado actualmente por exaltados líderes regionales; para mí es tan solo una idea obsoleta que a día de queda retratada como un concepto histórico que estuvo en boga hace un par siglos para apoyar determinados intereses del poder imperante en aquellos momentos y que carece de sentido en la actualidad. Aunque cada uno que haga lo que quiera, ¡faltaría mas!


6 jul 2010

Margarita Carmen Cansino no lo habría conseguido

La estrella de Rita Hayworth en el paseo de la fama de Hollywood.

Estoy aún en shock, atónito, confuso, no decepcionado, más como si el glamuroso halo de un icono se hubiera desvanecido convirtiéndolo abruptamente en un mortal más.

Mañana Tengo una entrevista, una entrevista de trabajo en RL Relaciones Públicas+ Marketing, que es, citando su website, “la mayor firma independiente de relaciones públicas para hispanos de los EEUU”. Esta situación tendría que colmarme de emoción y algo de nerviosismo -y así es- pero ahora mismo me siento más como describe la primera línea de este post.

La razón de ello es, una vez más, la curiosidad inagotable y el hambre de conocimiento que gobiernan mi persona. En mi ávida empresa de preparar la mencionada entrevista lo mejor que pueda he estado investigando sobre la población hispana de los EEUU: estadísticas, movimiento migratorios, tasas de crecimiento, futuro de la comunidad (lo cual es muy interesante ya que según el artículo de The Washington Post que he leído “el número de hispanos en los EEUU se habrá triplicado para 2050 y representarán el 30% de la población si continúa la tendencia actual”), etc. Entre esas características he encontrado un concepto llamativo, los hispanos-estadounidenses, ciudadanos de los EEUU que son descendientes directos de españoles. Como se puede suponer esta denominación ha captado mi atención por lo que inocentemente me he puesto a echar un vistazo a personas famosas dentro de esta categoría que aparecían en la correspondiente entrada de Wikipedia. Entonces allí, entre Anita Page y Bob Martínez, la he visto: Rita Hayworth, el primer “sex symbol” de la época dorada de Hollywood (después vendría Marilyn Monroe).


"Yo... pues claro que estoy decente"

Tras el primer vistazo he pensado que era un error. Pero justo después he recordado algo qué leí sobre Rita Hayworth y sus noches locas en Madrid allá por los cincuenta y sesenta, con affaires amorosos de por medio con toreros y otras personalidades. Por tanto, he decidido pinchar su entrada y la verdad se ha revelado frente a mis ojos: Rita Hayworth, el paradigma de femme fatale, la mujer que puso cachondos –con perdón de la expresión- a hombres de medio mundo durante décadas con su memorable interpretación en Gilda era descendiente de españoles.

Después de contrastar la fuente, lo he corroborado, de verdad lo era. Esto no es algo malo per se, aunque sí muy pero que muy sorprendente. No obstante, lo más fuerte ha acontecido cuando he leído su nombre original: Margarita Carmen Cansino. Al parecer su padre, Eduardo Cansino era un bailarín español que emigró a los EEUU en la segunda década del siglo XX. Más tarde la joven Margarita se cambiaría el apellido por el de su madre. Además, para alcanzar la fama hollywoodiense también se sometería a un doloroso tratamiento de electrolisis para acentuar su pico de viuda y se teñiría el pelo de pelirrojo (todo esto según Wikipedia, que conste). Aparentemente Margarita era demasiado latina para triunfar en el Hollywood de la época (un poco al contrario que ahora, paradójicamente).


La elegía del mito (tras la información averiguada)

En cualquier caso, su cambio de nombre (y de look) no cambia su vertiginosa carrera o su legado como actriz y personaje de Hollywood; es más, puede llegar, incluso, a hacer sentir a los españoles un poquito orgullosos. Sin embargo, tras conocer su verdadero nombre yo no podré verla nunca más de la misma forma. Sonará absurdo, pero es como lo siento. Es algo que no puedo evitar, consecuencia de esa forma de pensar tan española que nos hace creer que lo de fuera siempre es mejor que lo de aquí y que se podría definir con un sucinto ejemplo: El españolito medio siempre estará dispuesto a comprar cualquier cosa que sea de la marca John Smith, Pierre Cardin, Emidio Tucci o cualquier otro nombre foráneo mientras que si ese producto, exactamente igual, se vende bajo la marca José García, Juan Gutiérrez o Francisco Pérez, las ventas del mismo caerán en picado. Es algo intrínseco al carácter español que algunos expertos atribuyen al sentimiento de inferioridad que arrastramos desde el desastre del 98 (algunos lo datan incluso desde el ocaso del Siglo de Oro). Aunque en los últimos años hemos evolucionado significativamente (sin contar los dos últimos) y el éxito internacional de muchos españoles ha hecho que el sentimiento disminuya plausiblemente.
Sea como fuere, en estos momentos, mientras preparo la citada entrevista de mañana, hay un pensamiento que no para de darme vueltas en la cabeza: Sí, Rita Hayworth consiguió hacerse un hueco en la historia de la industria celuloide aunque, si no se hubiera cambiado el nombre, ¿lo habría conseguido? Quizá sí, pero muy probablemente, no.

24 jun 2010

El Mundial: La vida siempre cambia, algunos sentimientos jamás.


Ya ha comenzado y yo estoy a 5759 kilómetros de casa. Mi padre estará ahora mismo tumbado en el sillón del salón viendo uno de los partidos de hoy y yo no estaré a su diestra, por primera vez.


El Mundial ha sido cuatrienalmente parte capital de mi verano desde el primero que recuerdo, Italia 90.

La mascota y los vencedores

Yo era aún muy pequeño por lo que la cita italiana solo me dejó caducos recuerdos aislados: La mascota “imposible”, la victoria de Alemania, el genial René Higuita “cagandola” contra Camerún… muy poco y todo borroso.


Higuita, un crack.

El segundo que recuerdo, USA 94, es el que me trae un mayor sentimiento de nostalgia. Fue la primera vez que de verdad entendí lo que significaba un evento de estas características y lo viví con la inagotable intensidad de un tierno infante. Por tanto, todavía hoy el recuerdo del mismo permanece fresco en mi mente. Con facilidad puedo recordar una pléyade de anécdotas, jugadores o detalles, pero entre ellos hay algunos que destacan: El olor del álbum oficial del mundial que mi hermano y yo compartíamos (recuerdo que había dos colecciones de cromos diferentes y como consecuencia, para mí, el colegio [ergo el mundo] estaba dividido en dos clases de personas: los que hacían mi misma colección y tenían cromos para cambiar y los imperdonables traidores de la otra colección); un álbum que acabó hecho girones después de que sus páginas incompletas (jamás terminé la colección) hubieran sido vistas y leídas hasta el extremo. También recuerdo perennemente una singular camiseta blanca con coloridos rombos verticales manchada de sangre mientras un ignominioso hombre de púrpura, llamado Sandor Puhl, ignoraba lo que a su alrededor acontecía; el sin igual Jorge Campos, un felino portero/delantero (sí, como lo leen) mexicano que llevó los mejores trajes de portero que jamás se hayan visto; Diego Armando Maradona mirando a la cámara con la cara desencajada tras marcar contra Grecia (ese sería el último partido de “el mejor” en un mundial); Gianluca Pagliuca, el portero/galán italiano que me recordará para siempre a Rodolfo Langostino….
Y además un nutrido racimo de nombres para el recuerdo: Oleg Shalenko, Andrés Escobar, Saeed Al-Owairan ("El Maradona Árabe"), Taffarel, “Tab” Ramos, el gran Hristo Stoichkov, Daniel Amokachi, Martin “Martillo” Dalhin, Gica Hagi, Alexi Lalas, Triffon Ivanov, Wilfred Agbonavbare, Rudi Voller, Florian Raducioiu, Rashidi Yekini, George Milla, Marco Antonio Echeverri, Roberto Baggio, Branco, Ciriaco Sforza...


El citado álbum, la mencionada zamarra, Maradona, Pagiuca y J. Campos

Este fue, sin lugar a dudas, el Mundial que despertó mi pasión por el que es para mí el evento cuatrienal por excelencia (mis disculpas para los seguidores de los JJOO).


El momento en que entendí lo que significaba el término “diversidad”

Francia 98 fue el último Mundial del siglo y yo estaba, como era menester, listo para deglutirlo de principio a fin (visualmente, se entiende). Aún recuerdo el videojuego oficial del Mundial para PC, el cual carecía de secretos para un gran amigo mío con el que vi muchos de los partidos de aquel Mundial. Recuerdo además la lamentable actuación de España (Zubizarreta y Clemente, portero y entrenador respectivamente, fueron crucificados por los medios y la opinión pública, que no estaban exentos de motivos), el equipo danés liderado por los hermanos Laudrup y Peter Schmeichel, el Matador Luis Hernández, un jovenzuelo apellidado Beckham que fue expulsado tras caer en el juego del “Cholo”, la increíble Croacia de Suker, Boban, Jarni, Vlaovic y el mayor de los Kovac entre otros…

Aunque el mejor recuerdo que guardo de este Mundial es la selección francesa. Sí, fueron los campeones, pero esa no es la razón por la que permanecen señalados en mi imaginario personal. Si aún hoy les recuerdo con detalle es porque esa fue la primera vez que vi una selección nacional con jugadores tan diferentes entre sí. Los franceses tenían jugadores negros zaínos, jugadores mulatos, otros blancos pero parecidos a los españoles (con apellidos y todo), otros más clásicamente franceses, rubios y de piel clara, uno con aspecto y apellido turco y uno más con aspecto morisco, un jugador diferente que era el líder de aquel conjunto. Todos diferentes y todos del mismo país. Yo no paraba de preguntarme ¿Cómo era aquello posible? ¿Era ese el motivo de que fueran tan buenos? Durante algún tiempo pensé que era un tipo de maquiavélica selección genética y que España tenía que seleccionar y nacionalizar más inmigrantes para la selección. No obstante, cuatro años después descubriría que estaba completamente equivocado.


Zubi, los diversos campeones franceses y Suker con Boban (Croacia)


El mayor robo jamás visto y el boom de “la cresta”

El siguiente Mundial fue Corea y Japón 2002. Yo estaba ya en la última etapa de mi adolescencia y recuerdo que fue el primer mundial que no se retrasmitió totalmente en abierto (¡maldita voraz competencia mediática!). Además, para mí este fue el Mundial de la ilusión robada. Todo estaba yendo a pedir de boca. Mientras nosotros [España] ganábamos partidos con firmeza los equipos poderosos nos dejaban vía libre (Holanda ni siquiera se clasificó y Francia, Inglaterra, Italia o Argentina cayeron inesperadamente pronto). Sin embargo en cuartos de final Corea del Sur y el infame Gamal Al-Ghandour y sus jueces de línea se cruzaron en nuestro camino. El resto es historia de los Mundiales.


Estas secuencias lo resumen casi todo (sólo falta Helguera, furibundo, persiguiendo al línea)

Corea y Japón 2002 fue también el primer Mundial global. Por un lado Internet y el boom del fútbol en Asia fueron capitales para extender la pasión por el fútbol mundialmente, más si cable que cuatro u ocho años antes. Por otro lado, jugadores como Zidane, Ronaldo, Ronaldinho o Beckham, perfectamente gestionados por corporaciones deportivas, se convirtieron en iconos globales con atracción magnética para las masas. Como ejemplo de esta influencia emerge el corte de pelo al estilo mohicano, “la cresta”. Este corte de pelo, popularizado por el atrevido Beckham unos meses antes se convirtió en el corte del mundial. Un defenestrado corte de pelo otrora propio de inadaptados sociales se convirtió en la tendencia más fashion del momento. Jugadores como Clint Mathis y Ümit Davala se apuntaron y se hicieron un corte de pelo que todavía hoy sigue en boga a nivel mundial.


Ü. Davala, C. Mathis y Becks.

Este fue también el Mundial de la estrepitosa caída de la selección francesa (sin contar el Mundial actual, claro), marcada por la derrota en el primer partido frente a Senegal en lo que se podría denominar como la revancha la colonia sobre la metrópoli. Al margen de denominaciones, cabe decir que el mismo equipo que había maravillado al planeta fútbol cuatro [y dos] años antes quedó retratado como una banda envejecida, agotada y sin ideas, acabada en definitiva. Entonces entendí que el fútbol no es una cuestión de razas o selección genética, es más una cuestión de generaciones: Cuando en un determinado país se da un grupo equilibrado de grandes jugadores, que empiezan a jugar juntos desde jóvenes y que tiene un feeling especial como colectivo, quizá (y solo quizá) nos hallemos ante un potencial campeón del mundo. Aunque esto no puede aplicarse a Alemania, tal y como afirmó el ocurrente Gary Lineker.

Cabezazo mundial: El día que Zinane decidió escribir la historia

Alemania 2006, el Mundial más reciente hasta la fecha, fue un torneo delicioso, aunque no rememoraré detalles memorables del mismo como los sorprendentes Soca Warriors de unas desconocidas islas del Caribe o aquella selección ecuatoriana menos ecuatoriana de lo que yo habría imaginado (hasta que supe acerca del Valle del Chota). Al fin al cabo, la mayoría de los que leen recordarán algo sobre este Mundial. Sea como fuere, sí me gustaría recalcar un momento, tan solo uno: la actuación de Zinedine Zidane en la final, el famoso cabezazo.




Lo único que comentaré al respecto es que desde mi punto de vista esta acción, castigada y criticada hasta la saciedad, dio a Zidane el estatus de jugador inolvidable. Sí, sé que fue el líder de la selección francesa en las victorias de 1998 y 2000, que marcó uno de los mejores goles que se recuerdan en la final de la Champions de Glasgow contra el B. Leverkusen y que fue el fichaje más caro de la historia hasta que Cristiano reventó el record. Sin embargo la final de Alemania y su cabezazo a Materazzi mostraron de forma inigualable la salsa del fútbol, la esencia de Zidane como jugador (sobre todo ese lado oscuro o “cable cruzao” que siempre vi en su rictus y que muchos trataron de ocultar), y definitivamente uno de los momentos más grandes de la historia de los Mundiales. Para mí, Zidane no sería Zidane sin este memorable momento.

En conclusión, el Mundial que tanto he disfrutado y disfruto ha empezado y yo no estoy donde siempre estuve; escribo estas líneas en mi cuaderno de hojas amarillas mientras viajo en el tren F de una red de metro decadente horadada bajo esta impía jungla de asfalto. Paradójicamente, en el mismo sitio en que tuvo lugar el Mundial que me enseñó a amar dicho evento para siempre. La vida siempre cambia, algunos sentimientos jamás.



16 jun 2010

Mi tiempo en Arkansas feneció

Menudo artista del Photoshop estoy hecho

Lo he hecho. Finalmente he decidido dar un paso al frente y dejar mi querido Jonesboro en busca de nuevos horizontes. Ha sido un año y cinco meses de actividad frenética en uno de los lugares menos frenéticos del mundo; y ya forma parte del pasado. Todavía tengo fresco el recuerdo del primer día en esta tierra y por supuesto nunca olvidaré el último (habrá siempre una parte de mi en todos vosotros), aunque ahora es tiempo de mirar al frente y abrir una nueva etapa.

Una vez escuché que tu casa está, simplemente, en aquel lugar en el que te sientes como en casa. Pues bien, yo estoy completamente seguro de que mi casa está en España pero parte de mi “sentimiento de casa, de hogar” permanecerá para siempre en tierra arkansawyers.

Entiendo que se pueda cuestionar el por qué de mantener un gran recuerdo de un sitio como este, un lugar en el que aparentemente no hay mucho que hacer o aprender. Sin embargo de Jonesboro, Arkansas me llevo una ingente cantidad de cosas conocidas, hechas y/o aprendidas: además de mi educación, he encontrado porcentualmente (sin poder estimar el porcentaje) parte de mi ser. He aprendido de forma global y profunda acerca de la cultura e idiosincrasia estadounidense (el "Dixie", la cultura negra, Tejas, el sistema educativo, la geografía de lugar, etc.); también he tenido oportunidad de aprender sobre Nepal, Francia, India, Trinidad y Tobago, Arabia Saudí, China, Nigeria, Kuwait, Ecuador, México y muchos otros países, culturas y cosas que ahora mismo no acierto a recordar. Además, he llegado a comprender que en el 80% de los casos los limites en qué hacer y qué no hacer se los marca uno mismo. Y todo gracias a este lugar y a esta oportunidad.

He estado cuestionándome si debería usar la socialmente establecida expresión para comunicar agradecimiento y al final he decidido no hacerlo por dos razones: primero, porque la he utilizado en demasiadas ocasiones durante los últimos días (especialmente antes de mi partida) y segundo porque he llegado a la conclusión de que yo mismo y cada una de las acciones que he llevado a cabo durante este tiempo en tierra arkansawyers han transmitido este sentimiento de agradecimiento.

Y ahora, la gran pregunta: ¿Cual es mi siguiente destino? Si quieres averiguarlo tendrás que, o bien preguntar directamente al que escribe o bien continuar leyendo este blog.

12 jun 2010

...Y entonces un road trip lo cambió todo

De Jonesboro, AR a New York City, NY: 1865 kilómetros

Era un jueves, en torno a las 7.30 de la tarde, cuando mi móvil comenzó a sonar. El sol casi se había ocultado en el horizonte arkansawyer y en un lugar que no viene al caso yo me debatía entre comerme o no mi cuarta hamburguesa de la tarde. El número, con prefijo arkansawyer, no me era familiar por lo que dudé efímeramente si cogerlo o no. Aun no sabía que contestar a esa llamada iba a cambiar para mí el devenir de los próximos días y, quizá, de los próximos meses. Tras el cuarto tono contesté, era una vieja conocida, algo nerviosa y azorada. Esta persona (a la que prefiero mantener en el anonimato, por lo que de ahora en adelante será denominada la legataria de Atahualpa) comenzó a hablar, aunque en los cinco primeros minutos no acerté a enterarme de lo que trataba de decirme. Tras contraatacar con un par de preguntas comprendí la razón de su llamada: Quería que le acompañase en un viaje, en una emocionante travesía por carretera que habría de llevarnos desde mi querido Jonesboro hasta la vieja Nueva Holanda.

La legataria de Atahualpa no pedía mucho, tan solo un compañero con voluntad y determinación ciega que le ayudase en su largo viaje. Yo, que durante los últimos días había estado sumido en endebles esperanzas mientras la rutina me acorralaba, había estado esperando algo así desde hace mucho tiempo y en esos momentos por fin llegaba; una increíble oportunidad que muy probablemente ni siquiera merecía. Al día siguiente confirmé mi presencia, solo necesitaba saber la hora y el lugar de partida. Así el sábado, a las 17:30, después de ver un descafeinado partido de fútbol del de verdad, la Legataria de Atahualpa y yo dejábamos Jonesboro, listos para lo esperado y lo inesperado, para cualquier cosa que aquella apasionante aventura nos deparara.

El viaje

El viaje fue, simplemente, increíble. El periplo desde Arkansas nos llevo a través de siete estados (más el citado): Tennessee, Virginia, Virginia Occidental, Maryland, Pensilvania, Nueva Jersey y finalmente New York, donde “la capital del mundo” esperaba. Fueron más de veinte horas, cerca de 2000 kilómetros y casi la mitad de este vasto país, desde el centro-sur al nordeste del mismo.
El primero en tomar las riendas del bólido fui yo; devorando millas llegamos a Líbano, Tennessee, un pequeño pueblo entre Nashville y Knoxville. El nombre de Líbano parece ser muy atractivo para los estadounidenses ya que durante el viaje pasamos por tres Líbanos diferentes no siendo ninguno de ellos el original. Se conoce que ese convulso pedacito de tierra mestiza al sureste del Mediterráneo tiene alguna clase de encanto que despierta admiración entre las gentes de EEUU (lo cual entiendo con solo echar un vistazo a la historia y cultura del país libanés). Sea como fuere, en Líbano, Tennessee, decidimos parar a dormir algunas horas. Por la mañana temprano, con unas condiciones climatológicas exquisitas (un inmaculado sol canicular brillaba en el cielo despejado) continuamos nuestro camino. Después de atravesar Tennessee de oeste a este nos adentramos en Virginia donde cambiamos los papeles, lo que me brindó la oportunidad de admirar el paisaje. Virginia es una tierra hermosa, muy verde y copada de suaves colinas, que se erigen sobre el arbolado llano para conformar un paisaje totalmente diferente al de Arkansas. Además el trascurso de la Interestatal 81, la carretera por la que discurríamos y que sube hacia el nordeste del país, discurre en paralelo importante sección de los Montes Apalaches. Esto posibilita que los viajeros que utilizan la mencionada autopista cuenten con una maravillosa vista de la cara oeste de la cordillera, cuyas montañas perfectamente alineadas se asemejan a una interminable ola de pasto verdoso. Desde el coche la perspectiva es magnífica pues las montañas se pueden observar al detalle.


Los Apalaches desde la carretera

Una breve pero copiosa lluvia y Crackel & Barrel

Mientras me regalaba la vista contemplando esta belleza natural algo sorprendente sucedió. Frente a nosotros, un cúmulo de nubes estaba creando una nítida cortina de lluvia que cruzaba la carretera. Como era de esperar, en un par de minutos nos adentramos en la misma, pasando de un cielo soleado a uno tremendamente lluvioso. En un momento dado la lluvia era tan fuerte que apenas podíamos ver más de un metro al frente. No obstante, tras cinco minutos la intensa cortina de lluvia se había quedado atrás y el sol volvía a brillar en el cielo despejado.


La cortina de lluvia en tres tomas

Siguiendo el camino marcado por los Apalaches cruzamos Virginia, Virginia Occidental, una ínfima parte de Maryland y Pensilvania, donde las montañas se apartaron de nuestro lado para continuar hacía hostiles tierras canadienses, mientras la noche se convertía en nuestra compañera de viaje. Ya entrados en Pensilvania decidimos para a comer algo, y la decisión fue un interesante lugar: Cracker & Barrel. Este establecimiento es singular porque además de poder degustar comida tradicional americana (más allá de hamburguesas y perritos) los comensales pueden adquirir elementos tradicionales de la cultura estadounidense: desde las clásicas mecedoras (que flanquean las entradas al restaurante en el porche del mismo) hasta DVDs de míticas series de ayer y hoy como Bonanza o la Tribu de los Brady. Luego de recobrar fuerzas con un revitalizante estofado volvimos a la carretera para acabar con los pocos cientos de millas que nos quedaban por delante. El viaje, que había transcurrido sin sobresaltos ni imprevistos se vio entonces enturbiado por unas obras en la carretera, mal señalizadas por cierto, que nos tuvieron casi una hora circulando a escasos kilómetros por hora.

El Cracker & Barrel de Pensilvania

La recta final

Con paciencia y algo de merengue para animarnos el cuerpo pasamos el mal trago y entramos en Nueva Jersey, el último estado antes de llegar a Nueva York. Pese a que ya era tarde y habíamos estado todo el día en la carretera este último tramo no fue nada difícil por dos razones: Primero porque la parte de autopista que tomamos en Nueva Jersey estaba perfecta, como la de un circuito de F-1 en la vuelta de calentamiento. Segundo, porque aun sin haber cruzado al estado de Nueva York el clásico horizonte de Manhattan con sus luces y rascacielos nos hizo sentir que lo habíamos conseguido. Tras dejar atrás Nueva Jersey, pagar un par de peajes y pasar el puente de Queens llegamos a nuestro destino, un delicioso estudio en el corazón de Queens, donde quizá la más grata sorpresa del viaje, la Princesa del Tahuantinsuyo, nos esperaba. Al bajar del coche tuve una sensación que no sabría cómo explicar, pero que me llevaba a pensar que íbamos a pasar unos días inolvidables. Lo habíamos hecho, estábamos allí y lo mejor de todo era que habíamos disfrutado como nadie pudiera haber imaginado.

Alejanblog, El enfermo (imaginario)

"Le Malade imaginaire" de Honoré Daumier

Sí, debo admitir que casi lo hice. Alejanblog ha estado cerca del deceso.

Cuando creé este blog una de las premisas fue que no dejaría que me ocurriese lo que a tantos otros que he visto y conocido: Crear un blog y dejarlo morir amparado en deberes infundados, sentimientos de procrastinación y demás excusas varias. Pese a tener esta firme convicción, las últimas cuatro o cinco semanas he estado muy cerca de convertirme en uno de ellos, abandonando este blog a su suerte en las profundidades del ciberespacio que todo lo engulle.


No obstante, he podido redirigir la situación y este blog va a continuar su camino. ¿Cómo lo hice? Con un poco de voluntad y de compromiso, sí, pero sobre todo gracias a la magnánima ayuda proveniente de las palabras de aliento de geniales individuos que creen que este blog no es lo suficientemente malo como para morir de desidia. Alejanblog ha estado enfermo, pero ahora está, sin lugar a duda, completamente recuperado.

4 jun 2010

El redescubrimiento de América: Películas en inglés y mis “pasajes bíblicos”

Replica de la Santa María, la “nao capitana” o buque insignia de Cristobal Colón

Hace ya algunas semanas, en un post anterior, mencioné que crecí viendo películas. Como cualquier otro niño en España, yo veía esas películas en español, dado que en España la mayoría de las películas provenientes del EEUU se doblan al español desde los albores del cine sonoro. El motivo principal era que, en dicha época, encontrar en España un angloparlante era una ardua tarea, por lo que para llegar al gran público los filmes necesitaban ser en español. Y en la actualidad, ya sea por defecto, dejadez o deseo de no dañar tan sublime gremio (los dobladores españoles se merecen un post aparte, sin duda), las películas estadounidenses y extranjeras en general son todavía, en su gran mayoría, dobladas al español. Sea como fuere, yo deglutía películas (visualmente hablando, se entiende) con avidez y frenesí. Además, para mí no eran una simple forma de pasar el tiempo sino valiosos documentos de culto tremendamente útiles para la configuración de mi micro universo personal.

Pues bien, después de llevar ya un tiempo en EEUU, absolutamente inmerso en esta cultura, he llegado a entender los filmes en versión original –bueno para hacer honor a la verdad debería decir la mayoría de filmes, porque algunas veces determinados personajes, dejes o entonaciones se me escapan. Como consecuencia, ha aparecido ante mí un nuevo universo de posibilidades ya que, ahora, todas aquellas películas fetiche de las que hablaba antes, se han convertido como por arte de magia en prístinas obras cinematográficas, en tiernas y apetecibles vírgenes fílmicas para mis ojos. Me siento, por tanto, como si las hubiese redescubierto y estuvieran ahí, disponibles, por primera vez.

Se hace difícil explicar las sensaciones que experimento cuando cojo (con permiso de los usuarios latinoamericanos) una de esas películas y la veo de nuevo. Una inefable mezcla de emoción y nostalgia anega mi ser y dibuja una sonrisa tontorrona en mi cara. Además, mi entendimiento del film así como el recuerdo que tengo del mismo queda modificado en mayor o menor medida.
Además de la película como obra, desde mi infancia he mantenido vivas las escenas y los diálogos más significativos de cada film, líneas que son parte de la historia del cine y por ende míticas e inolvidables para mí. No en vano puedo recitar esos fragmentos como las beatas y beatos recitan pasajes bíblicos. A continuación se muestran aquellos que me vienen ahora mismo a la mente, sabiendo que muchos otros están cayendo en el olvido:

Este es mi favorito: No llueve eternamente… mágico.




Poesía para mis oídos, nunca imagine que Arnold Schwarzenegger hablase como el clásico y estereotipado alemán de cabeza cúbica, ¡Todo un hallazgo! No te pierdas su “desayuno”:




Forrest cambió mi visión de EEUU para siempre. Además, me parece increíble que este entrañable ser jamás supo lo que eran bombones (desde el 3:28 al 3:38):




En la historia del cine, nadie describió a otra persona tan memorablemente como lo hizo el Coronel Trautman:




Rutger Hauer condicionó fatalmente su carrera como actor al interpretar al lider replicante Roy Batty. Alcanzó entonces su culmen como profesional y desde entonces nada ha vuelto a ser lo mismo para él. He visto cosas… (sencillamente inenarrable):




Ver estas películas de nuevo, en inglés, es simplemente increíble, y todo gracias a esta aventura que comencé hace ya un año y cinco meses. Es más, puedo decir que si, hipotéticamente, no me hubiese sacado el master o no hubiera tenido la oportunidad de trabajar en Nueva York esta experiencia todavía habría merecido la pena. Y no solo por haber aprendido el idioma, sino especialmente por ellas, por las películas…

Y para terminar, aquí dejo un mensaje; recordadlo si jamás volveis a verme o a hablar conmigo (desde el 1:04, también desde el 0:56): Los edificios arden, la gente muere, pero…

17 may 2010

Memorias de la infancia: Los cuadernos de páginas amarillas y los lápices HB2 con goma de borrar.

My version de la Estatua de la Libertad (colección personal)

Lo sé, has leído el título de esta entrada, te parece una tontería y has estado a puntito de dejar de leer. Está bien, no voy a tratar de convencerte de lo contrario, aunque la cosa tiene su historia. ¿Quieres leerla?

Cuando era pequeño solía ver películas en cantidades ingentes. Según mi madre, eran la única forma de que me estuviera quieto, porque aunque nunca se me diagnosticó los indicios nos llevan a pensar que era hiperactivo –familiarmente un cabroncete con pintas-.
Como consecuencia de este visionado masivo de filmes todavía hoy tengo numerosos recuerdos aislados de los mismos, que me retrotraen a mi infancia y me llevan a la melancolía más lacerante.
Estos recuerdos se han hecho especialmente patentes durante este tiempo en los EEUU ya que las mencionadas películas mostraban hábitos, constumbres y todo tipo de detalles de esta vida made in USA que ahora tengo oportunidad de experimentar. Y de entre estos recuerdos hay uno que especialmente llama la atención. Uno que me vino a la cabeza súbitamente durante mi primera mañana en EEUU, cuando conocí el departamento de idiomas en el que iba a trabajar los próximos meses. Aquella mañana de enero Nikki (la asistente de administración también conocida como secretaria) me estaba enseñando el lugar y cuando arribamos a la diminuta habitación del material sucedió: allí estaban, dispuestos en sus estanterías frente a mí y a mi izquierda respectivamente, una pila de cuadernos de páginas amarillas y varias cajas de lápices HB2 con goma de borrar incorporada.


Nikki me sugirió que cogiese todo aquello que necesitase; como tenían variedad y cantidad, podría haber cogido bolígrafos de los de toda la vida y un cuaderno clásico de espiral con sus tapas y todo aunque, claro está, desestime tal opción. Lo hice porque quería tener, como era menester (así lo veía yo) mi propio cuaderno de páginas amarillas y mis lápices HB2 con goma de borrar incorporada. Desde ese día he visitado la salita del material en varias ocasiones pero el material que escogido ha sido siempre el mismo.
¿Por qué? Pues porque cuando era niño y veía las clásicas películas de adolescentes siempre me preguntaba por qué los estudiantes estadounidenses no usaban los cuadernos de hojas blancas, tapas y espiral que nosotros utilizábamos en España. En vez de estos, ellos usaban esos raros cuadernos de hojas amarillas y sus lápices HB2 con goma de borrar incorporada. ¿Quién iba a querer usar esos cuadernos de hojas amarillas si en las hojas blancas de los normales se ve todo más claro y además tienen tapas que protegen todo lo que estás escribiendo? (esto último suena un poco estúpido, pero hay que tener en cuenta que en aquel momento era un niño).
Además, no tenían espiral a la izquierda por lo que no podías escribir en ambos lados de la hoja, lo cual era incomprensible. Sin embargo, siempre llegaba a la conclusión de que sería interesante usarlos porque tenían su encanto, aunque nunca acerté a adivinar por qué (quizá porque las bolas de papel hechas de hojas amarillas son más molonas, no sé…).
Por otro lado en España, cuando yo era un tierno infante, tan pronto como tu capacidad para escribir estaba más o menos desarrollada se te obligaba a escribir con bolígrafo. Así se pretendía que mejorásemos la precisión al escribir (usando un lápiz los tachones se pueden borrar con una goma). Los profesores nunca nos permitían usar lápices en nuestros cuadernos y por supuesto no podíamos usarlos en los exámenes. A consecuencia de esto yo, que siempre fui escribiente propenso a errores (supongo que me acelero con facilidad), nunca tuve cuadernos que medianamente presentables; los tachones adornaban sus páginas por doquier. Por eso siempre deseé estar en una de esas películas en las que los estudiantes podían usar su lápiz con goma de borrar, el mismo que también nosotros teníamos pero que nos estaba prohibido utilizar. Anhelaba gozar de libertad al escribir, pudiendo corregir tantas veces como me viniera en gana. Por desgracia, esto nunca ocurrió.



¡El potro de tortura de los sueños!


En cualquier caso, aquel día en la salita del material estos recuerdos baladíes me vinieron a la mente y propiciaron la simbiosis entre los cuadernos de páginas amarillas y los lápices BH2 con goma de borrar y un servidor. ¿Es esto la mayor gilipollez que has oído en los últimos días? ¿Es un sueño de la infancia hecho realidad? Quizás, puede ser, no sé…



16 may 2010

Si quieres ser alguien en Arkansas, 2ª parte: La ropa de camuflaje


EEUU y el estado de Arkansas "camuflado" (Colección personal)


Tal y como comenté en una entrada anterior, durante mi estancia en Arkansas he podido percibir la existencia de diferentes elementos que uno debe poseer si desea ser considerado un auténtico Arkansawyer. Si eres lector de este blog ya sabes cuál debería ser tu vehículo: la camioneta/truck, en cualquiera de sus múltiples modelos y formas. No obstante, esto es solo el comienzo. El siguiente elemento que necesitas es quizás más importante, algo que va siempre contigo y que muestra a todos aquellos a tu alrededor quien eres: Un Arkansawyer.

Grosso modo, el concepto que acaba de ser descrito lo suele desarrollar la ropa, sea cual sea el grupo o clan al que quieras pertenecer. En la sociedad estadounidense encontramos claros ejemplos: Si quieres ser un rapero, deberás llevar ropa tres o cuatro tallas más grandes, los pantalones caídos a más no poder –aquí he visto individuos que apenas pueden caminar pero que se sienten encantados de mostrar lo que son-, zapatillas Jordan y collares grandes y brillantes (en la mayoría de los casos escandalosa bisutería “fina”). Si quieres ser considerado un/a hermano/a de una fraternidad (masculina o femenina) lo que necesitas vestir es cualquier atavío que lleve serigrafiados, bien grandes, los caracteres distintivos de la fraternidad en cuestión. Finalmente, si tu deseo es llevar puesto un capirote y una túnica blanca, especialmente en la zona sur de EEUU, la cosa está bastante “KKKlara”.

Pero volviendo al asunto arkansawyer, ¿qué es lo que se necesita llevar puesto para convertirse en “uno de ellos”? A lo mejor (y probablemente antes de que leas esta entrada) pensabas que el mejor atuendo para parecer un arkansawyer era ropa de granjero o el típico traje de vaquero. Sin embargo, como el título de esta entrada sentencia, para ser un genuino arkansawyer lo que de verdad necesitas es ropa de camuflaje.



Un idividuo cualquiera encontrado en Walmart *

Se entiende que te estés preguntando ¿y por qué? ¿Acaso visten esta ropa de camuflaje para mimetizarse con el paisaje y conservar al máximo su privacidad? Dado que los lugareños lo usan durante su vida diaria (ir a la compra, a la universidad, etc.) yo diría que no. ¿Son la mayoría de los arkansawyer –mujeres, niños y ancianos incluidos- amantes de la caza? Esto podría ser una razón convincente pues de hecho hay gran cantidad de cazadores en esta zona, cazadores de patos, de ciervos… y de comida grasosa también.
No obstante he visto demasiada gente en ropa de camuflaje como para creer que todos ellos son cazadores (pertenecientes los dos primeros tipos, me refiero).
Por lo tanto, la siguiente pregunta permanece irresoluta: ¿Por qué los arkansawyer llevan ropa de camuflaje? Pues bien, la respuesta a esta pregunta es la misma que respondía a por qué los entrañables locales de Arkansas usan trucks: llevan este atuendo, esencialmente, para sentirse auténticos arkansawyers. Así, para reforzar el sentimiento de unión hacia el grupo arkansawyer este tipo de ropa se convierte en fundamental: Para ser “uno de ellos/nosotros” tendrás que llevar al menos una gorra de camuflaje.


Una gran variedad de gorras de camuflaje pueden ser adquiridas en los establecimientos locales

Para ir más allá y sentirse plenamente integrado, la chaqueta o abrigo de camuflaje es altamente recomendado. Para los más atrevidos, el chaleco o incluso el peto con botas de goma incorporadas son opciones inmejorables.
Esta significativa costumbre a la hora de vestir lleva a preguntarse cuál fue el motivo que dio origen a la misma. Muy probablemente estos atuendos los solían llevar aquellos locales dedicados a la caza y poco a poco se convirtieron en objetos de moda para el resto. Quizás esos cazadores primigenios eran considerados gente carismática o poderosa entre sus congéneres, lo que propició que estos últimos desarrollaran lo que René Girard denominó deseo mimético, aspirando por medio de sus vestiduras a parecerse a estos “admirables” individuos arkansawyer.


Además, puede que te estés preguntando cuál es el tipo de camuflaje al que estas líneas se refieren, si es como el de los marines en Iraq o Afganistán o más bien como el que lleva Schwarzenegger en Comando. Pues bien, como se puede observar en las fotografías anteriores, los arkansawyers tienen su propio tipo de camuflaje. Buscando en internet he podido averiguar que el camuflaje arkansawyer es el utilizado para cazar patos. Los colores y motivos están diseñados para que los cazadores puedan mimetizarse con el hábitat natural de los patos: lagos, pantanos y marismas, donde los árboles y plantas son de un color verde apagado, marrón y hasta gris. Consecuentemente, el camuflaje sería algo así:

La muestra de color del camuflaje Arkansawyer

Voluminosos cazadores enseñando sus presas


Por otro es interesante comentar que este tipo de ropa puede ser adquirida fácilmente en establecimientos no especializados como Walmart. Este invierno tenían una colección de camuflaje arkansawyer bien completa para hombres, mujeres y niños. Tras este tiempo viviendo entre ellos puedo corroborar que los arkansawyer se atreven con toda clase de prendas, desde las mencionadas gorras y chaquetas hasta la bizarra gomilla de las gafas de sol de camuflaje. Ya sé que quizá estás pensando ¿cómo la gomilla de las gafas de sol te puede ayudar a camuflarte? Pero no debes olvidar que, como dije previamente, mimetizarse con el entorno no es el propósito; si estás en Arkansas y llevas ropa de camuflaje es, de todas todas, porque eres o quieres ser un auténtico arkansawyer.

* Era broma. Ese individuo es my compañero de apartamento.


muestra de color del camuflaje Arkansawyer:
http://www.zazzle.com/duck_hunting_camo_magnet-147534676099799595
Cazadores: http://skylakeduckhunting.com/assets/pho_duck-hunting_08.jpg

3 may 2010

Memphis Revisitado: El Hotel Peabody, Hu-Xiao y la Kookamonga Burger



Hace tres semanas volví a Memphis porque tenía que presentar un trabajo de investigación en SSCA Annual Convention. Esta conferencia tuvo lugar en el Hotel Peabody, un fastuoso alojamiento en el epicentro de Memphis decorado a la antigua usanza, como del siglo XIX: Un lujoso hall, estilosos teléfonos antiguos por todas partes, luces amarillentas que contrastaban con el parduzco tono de la madera de las paredes y los muebles, un olor mezcla de bolas de naftalina y madera…. en fin, alto copete. La decoración era tal que durante el tiempo que estuve allí me sentí como si estuviese en la película de Titanic, pero sin DiCaprio ni hundimiento de por medio.

El hall del hotel Peabody.

Además de quedar fascinado por el aspecto del hotel también quedé sorprendido por la curiosa tradición que tuve oportunidad de presenciar: el paseo de los patos del Peabody, una popular costumbre –para las gentes de Memphis, supongo- que consiste en llevar a unos cuantos patos desde el la parte de arriba del hotel hasta la famosa fuente situada en el centro del hall. Los patos circulan por una alfombra roja y son guiados por el “maestro de los patos”. Por lo que he podido saber hacen esto cada día y el motivo es, cuanto menos, peculiar. Se puede leer –en inglés- en la siguiente dirección:http://www.travbuddy.com/The-Peabody-Duck-Walk-v192755




Este sin igual entorno no fue lo único reseñable del viaje, hubo algo más que contribuyó a hacerlo especial: Hu-Xiao, mi compañero del máster chino. Con él pasé todo el día y por lo tanto el intercambio cultural fue inevitable. Yo, como es habitual, le acribillé a preguntas y él, amable y abierto como pocos, contestó sin ningún inconveniente, preguntándome también sobre la cultura española. Me contó muchas cosas sobre China y su ciudad, Pekín, y debo decir que consiguió que mi imagen de los chinos y su cultura haya cambiado significativamente.

Hu-Xiao me habló primero sobre sus años en el instituto y sobre su agitada vida social (era, según él, un fiestero). No obstante me cuesta imaginar a alguien de China siendo un fiestero, pero si él lo dice yo le creo. Me contó que en China tienen discotecas, que la gente también bebe y que allí en la “discoteque” la gente suele hacer, en general, lo mismo que los occidentales en sus respectivos países –de nuevo los prejuicios por los suelos, como es costumbre-.

Por otra parte me comentó que la sociedad China está claramente desequilibrada ya que allí el 10% de la gente posee el 90% de la riqueza, lo cual provoca unos cuantos super ricos e ingentes cantidades de pobres (el cuento tercermundista por excelencia, por cierto). Me contó además que hay corrupción, que la elite son básicamente políticos y familias adyacentes y que por supuesto existe censura –aunque según él no es para tanto-; me confirmó también que los conflictos entre diferentes entre China y los países de su alrededor (Tibe, Taiwan o Mongolia) están en el candelero por aquellas tierras.

Todo lo que me dijo me hizo pensar muy y mucho acerca de las predicciones de expertos –y no tan expertos- sobre China desbancando a EEUU como la gran superpotencia. Después de escuchar a Hu-Xiao yo me pregunto ¿Puede un país que carece de clase media, bienestar social y respeto por los derechos humanos llegar a ser el nuevo líder mundial? Y de ser así, ¿Es esto moralmente aceptable?

A mi parecer, los políticos en China son tremendamente astutos porque dirigen el gigante asiático echando mano de los puntos positivos del comunismo y del capitalismo. Pero esos “puntos buenos” lo son desde su punto de vista ya que los mezclan desde una perspectiva económicamente voraz y para su propio beneficio: Al pueblo se le requiere orden absoluto y trabajar unido y por igual para beneficio de la nación. Producir para China es lo único que interesa y se busca que nada interfiera en dicha producción; así, la religión, según Hu-Xiao, apenas existe entre la población china –se podría aventurar que la gente ya es sumisa de por sí, luego no se necesita-.

Sin embargo a pesar de esta perspectiva comunista los dirigentes políticos permiten que la empresa privada (extranjera incluso mejor) explote a un pueblo chino pobre, dócil y alienado por el espíritu comunista, que se convierte en una presa fácil y jugosamente explotable para las corporaciones. Queda por tanto claro que ese comportamiento comunista de las masas chinas se acopla perfectamente al capitalismo más insaciable. Las empresas, con vía libre por obra y gracia del gobierno, producen de forma masiva y con costes exiguos, maximizando así los beneficios para todas las partes excepto para el pueblo. En cualquier caso se debe reconocer que el crecimiento de China en los últimos años es sorprendente y que su gente (trabajadores infatigables, decididos y muy organizados) son dignos de admirar.


Hu-Xiao, mi compañero de clase.

Por otro lado, China es un lugar lleno de gentes, comida y culturas diferentes. Hu-Xiao me explicó que existen muchísimos tipos de comida dependiendo de la región (más y totalmente diferentes a las que aparecen en el menú del restaurante chino del barrio), que en China puedes encontrar cualquier clima imaginable y que hay muchas religiones diferentes, aunque que no estén muy extendidas entre la población. Además la gente en China es tímida pero amable y les encanta recibir visitantes. De hecho se suelen sorprender cuando vienen y es normal verles preguntar a los foráneos si puede hacerse una foto con ellos.

Por último Hu-Xiao también me dijo que le encanta el fútbol y que va a animar a España en el Mundial, por lo que se le debe reconocer su buen gusto futbolístico.

Después de presentar nuestros trabajos y finiquitar así la conferencia estábamos muertos de hambre. Tras un par de vueltas por los alrededores decidimos entrar en el Kooky Kanuck. Y qué clase de antro es este, te preguntarás. Todo lo que debes saber acerca de tan pintoresco establecimiento es lo siguiente: Kookamonga burger, una hamburguesa de casi 3 kilos y medio. Si te la comes en menos de una hora no pagas por ella y además ponen el plato con tu firma o tu foto en la pared. Obviamente entramos sin dudarlo pero al preguntar la decepción se apoderó de mí: Tardaban en cocinarla una hora y no teníamos tiempo para estar allí esperando por lo que el reto quedó descartado. Después de un enriquecedor día volvimos a casa satisfechos pero yo no pude evitar sentir algo de resquemor. Hasta hoy me he olvidado de la Kookamonga burger y tarde o temprano un plato con mi firma colgará de esa pared; de no ser así al menos volveré para intentar la machada al 200%.


Foto de la Kookamonga burger: http://crazy-eats.com/