24 jun 2010

El Mundial: La vida siempre cambia, algunos sentimientos jamás.


Ya ha comenzado y yo estoy a 5759 kilómetros de casa. Mi padre estará ahora mismo tumbado en el sillón del salón viendo uno de los partidos de hoy y yo no estaré a su diestra, por primera vez.


El Mundial ha sido cuatrienalmente parte capital de mi verano desde el primero que recuerdo, Italia 90.

La mascota y los vencedores

Yo era aún muy pequeño por lo que la cita italiana solo me dejó caducos recuerdos aislados: La mascota “imposible”, la victoria de Alemania, el genial René Higuita “cagandola” contra Camerún… muy poco y todo borroso.


Higuita, un crack.

El segundo que recuerdo, USA 94, es el que me trae un mayor sentimiento de nostalgia. Fue la primera vez que de verdad entendí lo que significaba un evento de estas características y lo viví con la inagotable intensidad de un tierno infante. Por tanto, todavía hoy el recuerdo del mismo permanece fresco en mi mente. Con facilidad puedo recordar una pléyade de anécdotas, jugadores o detalles, pero entre ellos hay algunos que destacan: El olor del álbum oficial del mundial que mi hermano y yo compartíamos (recuerdo que había dos colecciones de cromos diferentes y como consecuencia, para mí, el colegio [ergo el mundo] estaba dividido en dos clases de personas: los que hacían mi misma colección y tenían cromos para cambiar y los imperdonables traidores de la otra colección); un álbum que acabó hecho girones después de que sus páginas incompletas (jamás terminé la colección) hubieran sido vistas y leídas hasta el extremo. También recuerdo perennemente una singular camiseta blanca con coloridos rombos verticales manchada de sangre mientras un ignominioso hombre de púrpura, llamado Sandor Puhl, ignoraba lo que a su alrededor acontecía; el sin igual Jorge Campos, un felino portero/delantero (sí, como lo leen) mexicano que llevó los mejores trajes de portero que jamás se hayan visto; Diego Armando Maradona mirando a la cámara con la cara desencajada tras marcar contra Grecia (ese sería el último partido de “el mejor” en un mundial); Gianluca Pagliuca, el portero/galán italiano que me recordará para siempre a Rodolfo Langostino….
Y además un nutrido racimo de nombres para el recuerdo: Oleg Shalenko, Andrés Escobar, Saeed Al-Owairan ("El Maradona Árabe"), Taffarel, “Tab” Ramos, el gran Hristo Stoichkov, Daniel Amokachi, Martin “Martillo” Dalhin, Gica Hagi, Alexi Lalas, Triffon Ivanov, Wilfred Agbonavbare, Rudi Voller, Florian Raducioiu, Rashidi Yekini, George Milla, Marco Antonio Echeverri, Roberto Baggio, Branco, Ciriaco Sforza...


El citado álbum, la mencionada zamarra, Maradona, Pagiuca y J. Campos

Este fue, sin lugar a dudas, el Mundial que despertó mi pasión por el que es para mí el evento cuatrienal por excelencia (mis disculpas para los seguidores de los JJOO).


El momento en que entendí lo que significaba el término “diversidad”

Francia 98 fue el último Mundial del siglo y yo estaba, como era menester, listo para deglutirlo de principio a fin (visualmente, se entiende). Aún recuerdo el videojuego oficial del Mundial para PC, el cual carecía de secretos para un gran amigo mío con el que vi muchos de los partidos de aquel Mundial. Recuerdo además la lamentable actuación de España (Zubizarreta y Clemente, portero y entrenador respectivamente, fueron crucificados por los medios y la opinión pública, que no estaban exentos de motivos), el equipo danés liderado por los hermanos Laudrup y Peter Schmeichel, el Matador Luis Hernández, un jovenzuelo apellidado Beckham que fue expulsado tras caer en el juego del “Cholo”, la increíble Croacia de Suker, Boban, Jarni, Vlaovic y el mayor de los Kovac entre otros…

Aunque el mejor recuerdo que guardo de este Mundial es la selección francesa. Sí, fueron los campeones, pero esa no es la razón por la que permanecen señalados en mi imaginario personal. Si aún hoy les recuerdo con detalle es porque esa fue la primera vez que vi una selección nacional con jugadores tan diferentes entre sí. Los franceses tenían jugadores negros zaínos, jugadores mulatos, otros blancos pero parecidos a los españoles (con apellidos y todo), otros más clásicamente franceses, rubios y de piel clara, uno con aspecto y apellido turco y uno más con aspecto morisco, un jugador diferente que era el líder de aquel conjunto. Todos diferentes y todos del mismo país. Yo no paraba de preguntarme ¿Cómo era aquello posible? ¿Era ese el motivo de que fueran tan buenos? Durante algún tiempo pensé que era un tipo de maquiavélica selección genética y que España tenía que seleccionar y nacionalizar más inmigrantes para la selección. No obstante, cuatro años después descubriría que estaba completamente equivocado.


Zubi, los diversos campeones franceses y Suker con Boban (Croacia)


El mayor robo jamás visto y el boom de “la cresta”

El siguiente Mundial fue Corea y Japón 2002. Yo estaba ya en la última etapa de mi adolescencia y recuerdo que fue el primer mundial que no se retrasmitió totalmente en abierto (¡maldita voraz competencia mediática!). Además, para mí este fue el Mundial de la ilusión robada. Todo estaba yendo a pedir de boca. Mientras nosotros [España] ganábamos partidos con firmeza los equipos poderosos nos dejaban vía libre (Holanda ni siquiera se clasificó y Francia, Inglaterra, Italia o Argentina cayeron inesperadamente pronto). Sin embargo en cuartos de final Corea del Sur y el infame Gamal Al-Ghandour y sus jueces de línea se cruzaron en nuestro camino. El resto es historia de los Mundiales.


Estas secuencias lo resumen casi todo (sólo falta Helguera, furibundo, persiguiendo al línea)

Corea y Japón 2002 fue también el primer Mundial global. Por un lado Internet y el boom del fútbol en Asia fueron capitales para extender la pasión por el fútbol mundialmente, más si cable que cuatro u ocho años antes. Por otro lado, jugadores como Zidane, Ronaldo, Ronaldinho o Beckham, perfectamente gestionados por corporaciones deportivas, se convirtieron en iconos globales con atracción magnética para las masas. Como ejemplo de esta influencia emerge el corte de pelo al estilo mohicano, “la cresta”. Este corte de pelo, popularizado por el atrevido Beckham unos meses antes se convirtió en el corte del mundial. Un defenestrado corte de pelo otrora propio de inadaptados sociales se convirtió en la tendencia más fashion del momento. Jugadores como Clint Mathis y Ümit Davala se apuntaron y se hicieron un corte de pelo que todavía hoy sigue en boga a nivel mundial.


Ü. Davala, C. Mathis y Becks.

Este fue también el Mundial de la estrepitosa caída de la selección francesa (sin contar el Mundial actual, claro), marcada por la derrota en el primer partido frente a Senegal en lo que se podría denominar como la revancha la colonia sobre la metrópoli. Al margen de denominaciones, cabe decir que el mismo equipo que había maravillado al planeta fútbol cuatro [y dos] años antes quedó retratado como una banda envejecida, agotada y sin ideas, acabada en definitiva. Entonces entendí que el fútbol no es una cuestión de razas o selección genética, es más una cuestión de generaciones: Cuando en un determinado país se da un grupo equilibrado de grandes jugadores, que empiezan a jugar juntos desde jóvenes y que tiene un feeling especial como colectivo, quizá (y solo quizá) nos hallemos ante un potencial campeón del mundo. Aunque esto no puede aplicarse a Alemania, tal y como afirmó el ocurrente Gary Lineker.

Cabezazo mundial: El día que Zinane decidió escribir la historia

Alemania 2006, el Mundial más reciente hasta la fecha, fue un torneo delicioso, aunque no rememoraré detalles memorables del mismo como los sorprendentes Soca Warriors de unas desconocidas islas del Caribe o aquella selección ecuatoriana menos ecuatoriana de lo que yo habría imaginado (hasta que supe acerca del Valle del Chota). Al fin al cabo, la mayoría de los que leen recordarán algo sobre este Mundial. Sea como fuere, sí me gustaría recalcar un momento, tan solo uno: la actuación de Zinedine Zidane en la final, el famoso cabezazo.




Lo único que comentaré al respecto es que desde mi punto de vista esta acción, castigada y criticada hasta la saciedad, dio a Zidane el estatus de jugador inolvidable. Sí, sé que fue el líder de la selección francesa en las victorias de 1998 y 2000, que marcó uno de los mejores goles que se recuerdan en la final de la Champions de Glasgow contra el B. Leverkusen y que fue el fichaje más caro de la historia hasta que Cristiano reventó el record. Sin embargo la final de Alemania y su cabezazo a Materazzi mostraron de forma inigualable la salsa del fútbol, la esencia de Zidane como jugador (sobre todo ese lado oscuro o “cable cruzao” que siempre vi en su rictus y que muchos trataron de ocultar), y definitivamente uno de los momentos más grandes de la historia de los Mundiales. Para mí, Zidane no sería Zidane sin este memorable momento.

En conclusión, el Mundial que tanto he disfrutado y disfruto ha empezado y yo no estoy donde siempre estuve; escribo estas líneas en mi cuaderno de hojas amarillas mientras viajo en el tren F de una red de metro decadente horadada bajo esta impía jungla de asfalto. Paradójicamente, en el mismo sitio en que tuvo lugar el Mundial que me enseñó a amar dicho evento para siempre. La vida siempre cambia, algunos sentimientos jamás.



16 jun 2010

Mi tiempo en Arkansas feneció

Menudo artista del Photoshop estoy hecho

Lo he hecho. Finalmente he decidido dar un paso al frente y dejar mi querido Jonesboro en busca de nuevos horizontes. Ha sido un año y cinco meses de actividad frenética en uno de los lugares menos frenéticos del mundo; y ya forma parte del pasado. Todavía tengo fresco el recuerdo del primer día en esta tierra y por supuesto nunca olvidaré el último (habrá siempre una parte de mi en todos vosotros), aunque ahora es tiempo de mirar al frente y abrir una nueva etapa.

Una vez escuché que tu casa está, simplemente, en aquel lugar en el que te sientes como en casa. Pues bien, yo estoy completamente seguro de que mi casa está en España pero parte de mi “sentimiento de casa, de hogar” permanecerá para siempre en tierra arkansawyers.

Entiendo que se pueda cuestionar el por qué de mantener un gran recuerdo de un sitio como este, un lugar en el que aparentemente no hay mucho que hacer o aprender. Sin embargo de Jonesboro, Arkansas me llevo una ingente cantidad de cosas conocidas, hechas y/o aprendidas: además de mi educación, he encontrado porcentualmente (sin poder estimar el porcentaje) parte de mi ser. He aprendido de forma global y profunda acerca de la cultura e idiosincrasia estadounidense (el "Dixie", la cultura negra, Tejas, el sistema educativo, la geografía de lugar, etc.); también he tenido oportunidad de aprender sobre Nepal, Francia, India, Trinidad y Tobago, Arabia Saudí, China, Nigeria, Kuwait, Ecuador, México y muchos otros países, culturas y cosas que ahora mismo no acierto a recordar. Además, he llegado a comprender que en el 80% de los casos los limites en qué hacer y qué no hacer se los marca uno mismo. Y todo gracias a este lugar y a esta oportunidad.

He estado cuestionándome si debería usar la socialmente establecida expresión para comunicar agradecimiento y al final he decidido no hacerlo por dos razones: primero, porque la he utilizado en demasiadas ocasiones durante los últimos días (especialmente antes de mi partida) y segundo porque he llegado a la conclusión de que yo mismo y cada una de las acciones que he llevado a cabo durante este tiempo en tierra arkansawyers han transmitido este sentimiento de agradecimiento.

Y ahora, la gran pregunta: ¿Cual es mi siguiente destino? Si quieres averiguarlo tendrás que, o bien preguntar directamente al que escribe o bien continuar leyendo este blog.

12 jun 2010

...Y entonces un road trip lo cambió todo

De Jonesboro, AR a New York City, NY: 1865 kilómetros

Era un jueves, en torno a las 7.30 de la tarde, cuando mi móvil comenzó a sonar. El sol casi se había ocultado en el horizonte arkansawyer y en un lugar que no viene al caso yo me debatía entre comerme o no mi cuarta hamburguesa de la tarde. El número, con prefijo arkansawyer, no me era familiar por lo que dudé efímeramente si cogerlo o no. Aun no sabía que contestar a esa llamada iba a cambiar para mí el devenir de los próximos días y, quizá, de los próximos meses. Tras el cuarto tono contesté, era una vieja conocida, algo nerviosa y azorada. Esta persona (a la que prefiero mantener en el anonimato, por lo que de ahora en adelante será denominada la legataria de Atahualpa) comenzó a hablar, aunque en los cinco primeros minutos no acerté a enterarme de lo que trataba de decirme. Tras contraatacar con un par de preguntas comprendí la razón de su llamada: Quería que le acompañase en un viaje, en una emocionante travesía por carretera que habría de llevarnos desde mi querido Jonesboro hasta la vieja Nueva Holanda.

La legataria de Atahualpa no pedía mucho, tan solo un compañero con voluntad y determinación ciega que le ayudase en su largo viaje. Yo, que durante los últimos días había estado sumido en endebles esperanzas mientras la rutina me acorralaba, había estado esperando algo así desde hace mucho tiempo y en esos momentos por fin llegaba; una increíble oportunidad que muy probablemente ni siquiera merecía. Al día siguiente confirmé mi presencia, solo necesitaba saber la hora y el lugar de partida. Así el sábado, a las 17:30, después de ver un descafeinado partido de fútbol del de verdad, la Legataria de Atahualpa y yo dejábamos Jonesboro, listos para lo esperado y lo inesperado, para cualquier cosa que aquella apasionante aventura nos deparara.

El viaje

El viaje fue, simplemente, increíble. El periplo desde Arkansas nos llevo a través de siete estados (más el citado): Tennessee, Virginia, Virginia Occidental, Maryland, Pensilvania, Nueva Jersey y finalmente New York, donde “la capital del mundo” esperaba. Fueron más de veinte horas, cerca de 2000 kilómetros y casi la mitad de este vasto país, desde el centro-sur al nordeste del mismo.
El primero en tomar las riendas del bólido fui yo; devorando millas llegamos a Líbano, Tennessee, un pequeño pueblo entre Nashville y Knoxville. El nombre de Líbano parece ser muy atractivo para los estadounidenses ya que durante el viaje pasamos por tres Líbanos diferentes no siendo ninguno de ellos el original. Se conoce que ese convulso pedacito de tierra mestiza al sureste del Mediterráneo tiene alguna clase de encanto que despierta admiración entre las gentes de EEUU (lo cual entiendo con solo echar un vistazo a la historia y cultura del país libanés). Sea como fuere, en Líbano, Tennessee, decidimos parar a dormir algunas horas. Por la mañana temprano, con unas condiciones climatológicas exquisitas (un inmaculado sol canicular brillaba en el cielo despejado) continuamos nuestro camino. Después de atravesar Tennessee de oeste a este nos adentramos en Virginia donde cambiamos los papeles, lo que me brindó la oportunidad de admirar el paisaje. Virginia es una tierra hermosa, muy verde y copada de suaves colinas, que se erigen sobre el arbolado llano para conformar un paisaje totalmente diferente al de Arkansas. Además el trascurso de la Interestatal 81, la carretera por la que discurríamos y que sube hacia el nordeste del país, discurre en paralelo importante sección de los Montes Apalaches. Esto posibilita que los viajeros que utilizan la mencionada autopista cuenten con una maravillosa vista de la cara oeste de la cordillera, cuyas montañas perfectamente alineadas se asemejan a una interminable ola de pasto verdoso. Desde el coche la perspectiva es magnífica pues las montañas se pueden observar al detalle.


Los Apalaches desde la carretera

Una breve pero copiosa lluvia y Crackel & Barrel

Mientras me regalaba la vista contemplando esta belleza natural algo sorprendente sucedió. Frente a nosotros, un cúmulo de nubes estaba creando una nítida cortina de lluvia que cruzaba la carretera. Como era de esperar, en un par de minutos nos adentramos en la misma, pasando de un cielo soleado a uno tremendamente lluvioso. En un momento dado la lluvia era tan fuerte que apenas podíamos ver más de un metro al frente. No obstante, tras cinco minutos la intensa cortina de lluvia se había quedado atrás y el sol volvía a brillar en el cielo despejado.


La cortina de lluvia en tres tomas

Siguiendo el camino marcado por los Apalaches cruzamos Virginia, Virginia Occidental, una ínfima parte de Maryland y Pensilvania, donde las montañas se apartaron de nuestro lado para continuar hacía hostiles tierras canadienses, mientras la noche se convertía en nuestra compañera de viaje. Ya entrados en Pensilvania decidimos para a comer algo, y la decisión fue un interesante lugar: Cracker & Barrel. Este establecimiento es singular porque además de poder degustar comida tradicional americana (más allá de hamburguesas y perritos) los comensales pueden adquirir elementos tradicionales de la cultura estadounidense: desde las clásicas mecedoras (que flanquean las entradas al restaurante en el porche del mismo) hasta DVDs de míticas series de ayer y hoy como Bonanza o la Tribu de los Brady. Luego de recobrar fuerzas con un revitalizante estofado volvimos a la carretera para acabar con los pocos cientos de millas que nos quedaban por delante. El viaje, que había transcurrido sin sobresaltos ni imprevistos se vio entonces enturbiado por unas obras en la carretera, mal señalizadas por cierto, que nos tuvieron casi una hora circulando a escasos kilómetros por hora.

El Cracker & Barrel de Pensilvania

La recta final

Con paciencia y algo de merengue para animarnos el cuerpo pasamos el mal trago y entramos en Nueva Jersey, el último estado antes de llegar a Nueva York. Pese a que ya era tarde y habíamos estado todo el día en la carretera este último tramo no fue nada difícil por dos razones: Primero porque la parte de autopista que tomamos en Nueva Jersey estaba perfecta, como la de un circuito de F-1 en la vuelta de calentamiento. Segundo, porque aun sin haber cruzado al estado de Nueva York el clásico horizonte de Manhattan con sus luces y rascacielos nos hizo sentir que lo habíamos conseguido. Tras dejar atrás Nueva Jersey, pagar un par de peajes y pasar el puente de Queens llegamos a nuestro destino, un delicioso estudio en el corazón de Queens, donde quizá la más grata sorpresa del viaje, la Princesa del Tahuantinsuyo, nos esperaba. Al bajar del coche tuve una sensación que no sabría cómo explicar, pero que me llevaba a pensar que íbamos a pasar unos días inolvidables. Lo habíamos hecho, estábamos allí y lo mejor de todo era que habíamos disfrutado como nadie pudiera haber imaginado.

Alejanblog, El enfermo (imaginario)

"Le Malade imaginaire" de Honoré Daumier

Sí, debo admitir que casi lo hice. Alejanblog ha estado cerca del deceso.

Cuando creé este blog una de las premisas fue que no dejaría que me ocurriese lo que a tantos otros que he visto y conocido: Crear un blog y dejarlo morir amparado en deberes infundados, sentimientos de procrastinación y demás excusas varias. Pese a tener esta firme convicción, las últimas cuatro o cinco semanas he estado muy cerca de convertirme en uno de ellos, abandonando este blog a su suerte en las profundidades del ciberespacio que todo lo engulle.


No obstante, he podido redirigir la situación y este blog va a continuar su camino. ¿Cómo lo hice? Con un poco de voluntad y de compromiso, sí, pero sobre todo gracias a la magnánima ayuda proveniente de las palabras de aliento de geniales individuos que creen que este blog no es lo suficientemente malo como para morir de desidia. Alejanblog ha estado enfermo, pero ahora está, sin lugar a duda, completamente recuperado.

4 jun 2010

El redescubrimiento de América: Películas en inglés y mis “pasajes bíblicos”

Replica de la Santa María, la “nao capitana” o buque insignia de Cristobal Colón

Hace ya algunas semanas, en un post anterior, mencioné que crecí viendo películas. Como cualquier otro niño en España, yo veía esas películas en español, dado que en España la mayoría de las películas provenientes del EEUU se doblan al español desde los albores del cine sonoro. El motivo principal era que, en dicha época, encontrar en España un angloparlante era una ardua tarea, por lo que para llegar al gran público los filmes necesitaban ser en español. Y en la actualidad, ya sea por defecto, dejadez o deseo de no dañar tan sublime gremio (los dobladores españoles se merecen un post aparte, sin duda), las películas estadounidenses y extranjeras en general son todavía, en su gran mayoría, dobladas al español. Sea como fuere, yo deglutía películas (visualmente hablando, se entiende) con avidez y frenesí. Además, para mí no eran una simple forma de pasar el tiempo sino valiosos documentos de culto tremendamente útiles para la configuración de mi micro universo personal.

Pues bien, después de llevar ya un tiempo en EEUU, absolutamente inmerso en esta cultura, he llegado a entender los filmes en versión original –bueno para hacer honor a la verdad debería decir la mayoría de filmes, porque algunas veces determinados personajes, dejes o entonaciones se me escapan. Como consecuencia, ha aparecido ante mí un nuevo universo de posibilidades ya que, ahora, todas aquellas películas fetiche de las que hablaba antes, se han convertido como por arte de magia en prístinas obras cinematográficas, en tiernas y apetecibles vírgenes fílmicas para mis ojos. Me siento, por tanto, como si las hubiese redescubierto y estuvieran ahí, disponibles, por primera vez.

Se hace difícil explicar las sensaciones que experimento cuando cojo (con permiso de los usuarios latinoamericanos) una de esas películas y la veo de nuevo. Una inefable mezcla de emoción y nostalgia anega mi ser y dibuja una sonrisa tontorrona en mi cara. Además, mi entendimiento del film así como el recuerdo que tengo del mismo queda modificado en mayor o menor medida.
Además de la película como obra, desde mi infancia he mantenido vivas las escenas y los diálogos más significativos de cada film, líneas que son parte de la historia del cine y por ende míticas e inolvidables para mí. No en vano puedo recitar esos fragmentos como las beatas y beatos recitan pasajes bíblicos. A continuación se muestran aquellos que me vienen ahora mismo a la mente, sabiendo que muchos otros están cayendo en el olvido:

Este es mi favorito: No llueve eternamente… mágico.




Poesía para mis oídos, nunca imagine que Arnold Schwarzenegger hablase como el clásico y estereotipado alemán de cabeza cúbica, ¡Todo un hallazgo! No te pierdas su “desayuno”:




Forrest cambió mi visión de EEUU para siempre. Además, me parece increíble que este entrañable ser jamás supo lo que eran bombones (desde el 3:28 al 3:38):




En la historia del cine, nadie describió a otra persona tan memorablemente como lo hizo el Coronel Trautman:




Rutger Hauer condicionó fatalmente su carrera como actor al interpretar al lider replicante Roy Batty. Alcanzó entonces su culmen como profesional y desde entonces nada ha vuelto a ser lo mismo para él. He visto cosas… (sencillamente inenarrable):




Ver estas películas de nuevo, en inglés, es simplemente increíble, y todo gracias a esta aventura que comencé hace ya un año y cinco meses. Es más, puedo decir que si, hipotéticamente, no me hubiese sacado el master o no hubiera tenido la oportunidad de trabajar en Nueva York esta experiencia todavía habría merecido la pena. Y no solo por haber aprendido el idioma, sino especialmente por ellas, por las películas…

Y para terminar, aquí dejo un mensaje; recordadlo si jamás volveis a verme o a hablar conmigo (desde el 1:04, también desde el 0:56): Los edificios arden, la gente muere, pero…