Su nombre es Ali Khalil. Llegó de Siria hace más o menos ocho meses. Es el instructor de árabe (aparte de estudiante del máster en inglés) y mi compañero de oficina en el departamento de idiomas.
Si eso es todo lo que te desvelo acerca de él, ¿Cómo te lo imaginas? Permíteme verbalizar tus pensamientos: un tipo delgado, probablemente con barba o bigote, quizá con piel morena, vestido con ropa árabe (turbante o keffiyeh, Jellbiya , sandalias, etc.), silencioso, con un fuerte acento arábigo y por supuesto musulmán hasta la médula. Bueno, pues si esto es lo que estás pensando me veo obligado a decirte que tus prejuicios te han traicionado –y apuesto a que no es la primera vez, ¿verdad? Ese es el problema con los prejuicios, dejamos a nuestro subconsciente aventurar sin darnos cuenta que los estereotipos o generalizaciones de los que echa mano son normalmente inexactas, vagas y con frecuencia fruto de exageradas descripciones.
En este caso, por ejemplo, Ali es todo lo contrario de lo que cabría esperar del estereotípico árabe. ¿Es esto negativo? Pues claro que no. De hecho es genial. Ali es un tipo normal, de piel clara y con un pronunciado acento británico. No es musulmán, sino agnóstico, es locuaz y amable y siempre tiene algo gracioso que comentar. A Ali le encanta salir de fiesta, pasar tiempo con los amigos y la cultura anglosajona en general. Además, Ali es un ferviente fan de Michael Jackson. Es más, no solo es fan de MJ sino también un gran imitador:
El artista dándolo todo con Smooth criminal. ¡Crack!
Este es, a grandes rasgos, Ali, uno de mis compañeros de oficina. Siempre que tengo oportunidad trato de intercambiar impresiones y aprender de él y su cultura, pues gente de Siria no se encuentra todos los días. No obstante, debo decir que quizá la mejor cosa que Ali me ha enseñado hasta ahora es algo que no ha salido de su boca: Prejuzgar no tiene sentido alguno y suele llevarte a errar; y él, el gran Ali, es prueba viviente de ello.
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